Max y su nuevo compañero Duke, lo pasan de maravillas siendo consentidos todo el día por su dueña. La familia se agranda y tienen que aprender a convivir con un niño. Lo adoptan como uno más de manada, le enseñan todo lo que un perro hace. Es su ejemplo a seguir, las cosas marchan bien hasta qué pasa el tiempo, el niño crece y hay que dejarlo ser libre. Un nuevo personaje ocupará un lugar clave en este momento difícil para Max.
En la película tenemos varias mini aventuras que viven los protagonistas (las mascotas), que juntas arman esta secuela no tan esperada pero divertida:
Gidget, la enamorada de Max está dispuesta a todo para cumplir sus promesas. Se quiere convertir en gato, necesita asesoramiento gatuno de parte de la gata más mala onda.
Sowball, el no tan tierno conejo de la primera entrega es un superheroe al servicio de la comunidad. Es el mejor personaje de la película, es valiente, gracioso, tierno, sagaz, el combo perfecto para salvar al mundo.
Hasta pelea con animales feroces. El personaje que sorprendió en la primera entrega, vuelve por más!!!
Aparecen nuevos personajes: un grupo de gatos que le dan un toque tenebroso y simpático a la vez.
La película es entretenida, graciosa y hasta tiene guiños a muchas escenas que los adultos que vayan a verla disfrutarán. Es para verla en familia con los más pequeños.
Por momentos se hace un poco larga, lo cual le baja un poco la diversión al film, sin dejar de mencionar que una de las voces de los personajes principales es realizada por un argentino que por darle su toque porteño, le resta al personaje.
Nuevamente se cumple la maldición de las segundas partes, se quiere igualar a la original pero no se llega.