Imaginativa revolución animal
Los creadores de los Minions brillan intermitentemente en esta historia que parte de una premisa bastante parecida a la del clásico de la animación digital "Toy Story". Los juguetes son reemplazados por mascotas que, mientras sus dueños se van a trabajar, hacen todo tipo de cosas. Empezando por el dúo de perros protagónicos, que en su primer día de convivencia -el pequeño Max tiene un terrible ataque de celos cuando su dueño lleva a su casa al gigantón Duke- terminan perdidos en Nueva York, perseguidos por la perrera y peor aún, por una secta de mascotas descastadas lideradas por un sanguinario conejo. Pero, por suerte, el dúo cuenta con un equipo de rescate formado por todas las mascotas de su barrio.
Como para que el asunto comience de manera contundente, los productores decidieron incluir al principio un corto de los populares Minions, realmente muy divertido. Luego, la película está compuesta por escenas bastante deshilvanadas que funcionan un poco a la manera de los clásicos cortometrajes de dibujos animados de otrora.
Algunos de estos fragmentos son excelentes, como por ejemplo un pesadillesco viaje por las cloacas o un pantagruélico banquete en una fábrica de salchichas. Otras secuencias no son tan potentes y en un momento es evidente que la trama queda corta para un largometraje, incluso para uno con una estética tan imaginativa como éste. La música de Alexander Desplat es excelente.