CONTRA LA SOLEDAD
La vida secreta de tus mascotas, la nueva producción de Illumination, tiene al menos un par de buenas ideas que son puestas en escena de manera totalmente fragmentaria a la narración central: son el prólogo y el epílogo, donde de alguna manera el bello diseño visual se impone y se da la mano con el montaje y con una interesante construcción psicológica de los personajes. Lo que allí se ve es la premisa del film, que es la indagación en lo que hacen las mascotas a espaldas de sus dueños, pero que es más una motivación para lo que ocurre en el nudo de la historia, que no es más que una aventura convencional que pone en juego -eso sí, a puro movimiento- una noción fundamental del cine animado contemporáneo como es la amistad. Claramente la película de Yarrow Cheney y Chris Renaud sufre un poco el drama de no poder extender narrativamente una idea de origen, pero suple eso en forma de múltiples invenciones felices, que tienen que ver con personajes sumamente lunáticos y chistes de un timing perfecto. La vida secreta de tus mascotas era una idea que se desarrollaba mucho mejor en forma de cortometraje.
Sin embargo lo que hay es un largo, y bajo esa estructura es que hay que analizar el film. Y si La vida secreta de tus mascotas ingresa en un mercado saturado de cine animado mainstream, que va desde productos refinados y sofisticados como los de Pixar (casi siempre) a otros más efectivos desde su impronta humorística sin mayores complejidades, lo más interesante que tiene para ofrecer son sus novedades, que afortunadamente las tiene. Y esa es la buena noticia. En primer caso, hay que rescatar como una marca autoral de Illumination la utilización del color, de tonalidades brillantes y de formas estilizadas que dan una idea de golosina interminable. Y es un dulzor que no empalaga, porque desde la construcción de personajes y situaciones existen rugosidades y excentricidades varias. A eso se suma una mirada sobre el espacio urbano como en ninguna otra película dentro de este registro, con una Nueva York que es un personaje más y que exhibe a partir de sus diferentes niveles esos mismo quiebres que reconstruyen un entramado social que fortifica la idea de grupos y de comunión entre diferentes que la película exhibe sutilmente.
Y lo de la sutileza es fundamental, porque La vida secreta de tus mascotas aprende aquello de que el cine es movimiento, básicamente, y que ese movimiento tiene que ser suficiente para justificar un mundo, sus criaturas y sus moralejas. La forma en que se va dando la amistad entre los perros protagonistas, Max y Duke, tiene que ver precisamente con lo físico, con cómo uno pone el cuerpo por el otro en determinado momento, y nunca se subraya todo esto por medio de diálogos. Aún en sus ambiciones medidas de ser un correcto divertimento, la película es una aventura bastante sabia, contada con solidez y con la creatividad como para construir personajes carismáticos por un lado y delirantes por otro, como ese conejo que lidera un grupo de animales algo enojados con el resto del universo.
Y otra marca de Illumination a esta altura, es la inteligencia para asimilar que la falta de profundidad en los conflictos psicológicos de sus personajes invita a -sin obviarlas- desarrollar ligeramente las subtramas dramáticas. Porque no se trata de pereza como en el caso de la saga de La era de hielo, sino de una decisión bien precisa de presionar el botón de la emoción moderadamente. En esta jugada se resigna mucho de lo imperecedero de una película (raramente se trate de películas que se potencien con nuevas miradas), pero se fortifica una idea de cine luminoso, juguetón y divertido. Un cine del presente que no busca de ninguna manera la trascendencia, pero que no por eso se recuesta en la comodidad. Incluso en ese epílogo mencionado anteriormente hay algunas instancias de real belleza, visual pero también conceptual, que tiene que ver con el entramado social que refleja la película, integrado por gente mayormente solitaria que vive a la sombra de una ciudad siempre gigante (no caprichosamente son muchos los planos de personajes contemplando la ciudad, de espaldas al plano). En ese marco surge la amistad, irracional entre humanos y mascotas. Pero fundamentalmente la exploración de la psicología perruna, esa devoción entre servicial y heroica, como un remedio contra la soledad.