El tiempo y la exclusión
Federico Veiroj,realizador de Acné (2008), entrega con La vida útil (2010) un relato melancólico y de moderada ternura sobre el fin de una era, centrándose en el programador y proyectorista de la Cinemateca de Montevideo.
Jorge (el crítico cinematográfico Jorge Jellinek) transita sus días sin sobresaltos, proyectando y presentando los films en la Cinemateca. También se encarga de otros asuntos, como por ejemplo grabar la solicitud de cooperación económica para sus socios y conducir el programa radial de la institución. De su relación con los demás empleados y su presencia absoluta en aquel lugar, no es difícil imaginar que ha pasado gran parte de su vida haciendo lo mismo, con plena convicción. Pero las deudas de Cinemateca (a secas, sin el artículo que la anteceda) son muchas. Y el cierre es inminente.
Hay algo en la atmósfera del film, realizado en un bellísimo blanco y negro, que podríamos conjeturar como eminentemente “uruguayo”. Tal como en las notables Whisky (Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, 2004) y Gigante (Adrián Biniez, 2009), La vida útil está teñida de un humor localista, de ritmo pausado, sutil, que prescinde de todo subrayado y se permite ser irónico sin menospreciar a su personaje principal. Veiroj potencia la figura de Jellinek capturando con especial detenimiento sus caminatas y esperas, miradas y gestos, capaces de testimoniar el vacío que significará la pérdida de Cinemateca en su vida. En una secuencia crucial lo vemos reprimir su angustia en el colectivo, dejando entrever no sólo la desazón laboral sino su fragilidad emocional.
Hasta la primera mitad del relato, el realizador explora la particular simbiosis entre el oficio y los desplazamientos de Jorge y el espacio propiamente dicho, en una operación estética que recuerda a Fantasma (Lisandro Alonso, 2006), película rodada en el Teatro General San Martín. El film se proyecta en un formato cuadrangular y con una banda sonora que remite al cine clásico, como si estableciera una prolongación del universo diegético del film hacia lo específicamente formal. Y allí radica su encanto, en “envolver” al espectador del mundo en el que vive Jorge, un mundo en descomposición, amenazado por los nuevos paradigmas de consumo audiovisual.
En la segunda mitad, hay un cambio en el personaje que lleva a la película hacia otro rumbo, sin darle la espalda a lo que hemos visto antes. Ese “giro romántico” enfatiza el espíritu lúdico del film, su interpelación al espectador desde la nostalgia y el humor, haciendo palpable el recuerdo del cine clásico, en donde el romance ocupa un lugar especial. Una interesante manera de redondear esta película pequeña en factura técnica pero plena en ideas.