Sombras nada más
Federico Veiroj se atreve a dejar una mirada distinta sobre la cinefilia, despojándose de toda cuota de sentimentalismo y agregando una dosis de ironía en esta pequeña historia sobre el crepúsculo de la Cinemateca de Montevideo en base a su escasa rentabilidad en épocas capitalistas como las que nos atraviesan.
Cine y economía nunca se llevaron de la mano y esa es la línea delgada que atraviesa este pequeño derrotero de Jorge (Jorge Jellinek), un empleado de 45 años, algo introvertido que vive del y para el cine tanto dentro de la sala de proyección como fuera de ella, por ejemplo en su programa de radio donde enseñajunto a su colega Martinez (Manuel Martinez Carril) a los escuchas a ver cine.
La vida interior de un cinéfilo para el común de la gente puede resultar algo monótona y sin sentido pero es precisamente sobre este punto que el director de Acné bucea imprimiendo en una trama sencilla una atmósfera que paulatinamente va escapando de la realidad al tomar como referencia el punto de vista del protagonista, quien frente al inminente cierre de su mundo de butacas y proyectores, su paraiso privado y más preciado, sale en busca de otro que le permita seguir soñando la aventura de vivir, y ganarse a Paola (Paola Venditto), una profesora univertaria que muestra cierto interés por el cine pero no por el protagonista.
El homenaje al séptimo arte y a la experiencia de mirar historias insólitas en una sala siempre aparece en las secuencias que Veiroj resuelve con una economía de recursos acorde a la propuesta con el único objetivo de recuperar el alma y la esencia del celuloide.