Cansados y aburridos
Los protagonistas de La vieja de atrás son dos personajes que, en extremos opuestos, se terminan pareciendo (como nos hace saber la película) en una cosa: los dos están solos, abandonados, desamparados y sin nadie que los acompañe. La vieja de atrás es una viuda que está peleada con su familia y nunca tuvo hijos. El joven de adelante es un estudiante de La Pampa que está en Buenos Aires para seguir la carrera de Medicina pero que no tiene amigos ni parientes y que pronto se queda sin la plata que su familia le solía pasar. Sus historias se unen cuando le vieja invita al joven a vivir con ella, así él podrá seguir viviendo en Buenos Aires para continuar con su carrera y ella tendrá alguien con quien conversar. Esa es la idea básica. La vieja de atrás no ofrece más que eso.
Preocupada por demostrar cuán solos están sus personajes, la película se queda vacía. Tenemos planos largos, espacios desiertos, miradas perdidas. Todo contribuye al aburrimiento del espectador, pero no a construir una película. El tono distanciado y cuasi sociológico se pierde cada tanto con personajes absurdos (como la chica histérica que invita a salir al protagonista), diálogos absurdos ("entre tantas fotocopias se pierde el original"), situaciones absurdas (la amistad entre la vieja y el florero) y una saña que cada tanto se cuela en contra del personaje de la vieja y que termina despertando nuestra compasión en contra de lo que parecerían ser las intenciones de la película.
Por momentos uno puede creer que la distancia fría es el tono que se quiere imprimir a esta obra, pero entonces se nos zampa una metáfora horrenda (el yeso, las fotocopias), escenas que sólo sirven para aumentar el patetismo, encuadres que refuerzan (una vez más) una idea que ya se nos dijo infinitas veces.
Que los personajes no hablen mucho no quiere decir que una película no sea discursiva.