Después del éxito de Invasión Zombie, otra película de Corea del Sur llega a estrenarse comercialmente, La villana es la segunda obra de Jung Byung-Gil (Confesiones de un asesino).
El film comienza con Sook-Hee buscando venganza por la muerte de su mentor y protector. Entre el caos, en lugar de ser arrestada, es reclutada por una agencia secreta de asesinos. La jefa de la organización le promete que, a cambio de diez años de servicio, limpiarán su registro y podrá tener una vida con su pequeña hija.
Entre su coartada como actriz de teatro y la de una asesina, Sook-Hee intenta seguir adelante y cumplir su labor, pero su pasado comienza a perseguirla.
Mientras que en Confesiones de un asesino el director combinaba un thriller policial y de suspenso haciendo peso en la intriga y el juego del gato y el ratón, en La villana la acción es el eje del relato apoyado por el peso emocional de los personajes.
Sin lugar a dudas la forma de filmar la acción está cambiando y mientras algunas películas mantienen el convencionalismo de secuencias clásicas, otras se adaptan a los ritmos vertiginosos de la modernidad. En Asia las peleas con coreografías sumamente detalladas no son nada nuevo, algunos recordarán The Raid, Ong Bak o las películas de Jet Li y Jackie Chan. Mientras en Estados Unidos fue John Wick que tomó estos precedentes para alejarse de los héroes de acción de Hollywood. Y sin ir más lejos, el año pasado llegaba Hardcore Henry, una producción rusa que mezclaba estos estilos mencionados con la sensación de estar en un videojuego en primera persona.
La villana hace uso de estos elementos, al principio y al final del film, con persecuciones bien logradas. Con cámaras en los lugares más originales y la utilización de efectos especiales generados por computadora. Entre medio de ésto coloca un drama romántico, que tampoco es ajeno a la filmografía de Corea del Sur, pero que aquí se mezcla con las traiciones y mentiras del espionaje y los dobles agentes.