El cine coreano, nos vuelve a sorprender con una intrincada trama que habrá que esperar hasta el final de la película para terminar de descifrar.
En La villana, el director Jung Byung-gil (Confesiones de un asesino) quién inició su formación como doble de riesgo, ofrece un espectáculo que remite inevitablemente a Kill Bill (2003-2004) y también a Oldboy (2003). Así, la película dejará satisfecho a todo aquel que disfrute el cine de acción y las historias de venganza.
La escena de apertura, por sí sola, alcanza para sentir que valió la pena pagar la entrada. A diferencia del resto de la obra, que está contada de manera más convencional, esta primera escena se muestra en primera persona es decir, desde los ojos de la protagonista cuando ella entra a un edificio, eliminando a cada enemigo que se le pone delante (y son muchos).
Podemos decir, sin temor a arruinar el misterio, que si bien sale de ese edificio victoriosa, es atrapada por fuerzas del gobierno que le ofrecen llevar una vida como agente secreto a cambio de no ir presa.
A partir de ese punto se empiezan a suscitar una serie de flashbacks que permiten recomponer el rompecabezas de la historia de su vida hasta ese momento y luego descubrir con ella quién es quién en esta trama.
La actriz protagónica, Kim Ok-vin, en su rol de vengadora realiza un trabajo excelente. Las notas de producción dicen que de 70 días de rodaje, 63 fueron dedicados exclusivamente a su trabajo, haciendo intensas escenas de lucha y coreografías con múltiples armas y oponentes. Se nota.
Las escenas de acción se suceden así una tras otra hasta el final, y por momentos culminan en confusión: a quien no esté acostumbrado a ver cine asiático de este tipo posiblemente le resultará difícil en algunos pasajes seguir el hilo, o al menos ello demandará mucha atención. Pero La Villana, al fin y al cabo, es un film de género y como tal se disfruta de principio a fin.