Quinientas mujeres y un puñado de hombres llegan cada fin de semana, al pequeño pueblo de Sierra Chica para visitar a los presos del penal. El complejo penitenciario contiene tres unidades, aloja a unos 4.000 detenidos y está rodeado por paradores, bares y pensiones que trabajan exclusivamente con esta visita, tan masiva como fugaz. La pensión de Bibi y el bar del Gallego son dos espacios en donde confluyen las historias de vida de las visitantes. Historias atravesadas por el dolor, el amor y el deseo.