Opera prima del realizador chileno Mauricio López Fernández, coproducción entre Chile y la Argentina, basada en su cortometraje de título homónimo (2010), que participo en varios festivales con buena recepción de público. Después de ser exhibido en Lesgaicinemad, la Fundación Triángulo le hizo llegar al director una carta de la Asociación de Personas Transexuales felicitándolo por haber tratado la temática en forma natural y no estigmatizar la obra. López Fernández dice que ésta fue la motivación principal para convertirlo en un largometraje.
La historia se inicia con la llegada de una mujer (transexual) Elena (Daniela Vega, actriz transgénero) para el funeral de su padre (un ex militar). Su madre Coya (Rosa Ramírez) ha trabajado toda su vida como ama de llaves en la casa de una familia de clase alta chilena (rural), conservadora, que bien podría ser latinoamericana, con la que vive, siendo considerada como parte de la familia. La llegada de Elena es una sorpresa para todos, incluso su madre, pues quien regresa, está muy lejos de la imagen que todos tenían de Felipe, nombre que Elena usaba antes de dejar el hogar.
Un casting interesante asumió la responsabilidad de cubrir los distintos personajes: Daniela Vega (Felipe/Elena), Rosa Ramírez, conocida por su labor en “La negra Ester”, obra teatral basada en las “Decimas” de Nicanor Parra, todo un hito dentro del teatro chileno, Carmen Barros (Abuela Mina), quien debuto en 1942 en “Bajo el cielo de Gloria” , dirigida por José Bohr, y participó en “La fiebre del loco“ (2001), de Andrés Wood, Claudia Cantero (Teresa, patrona de Coya), intérprete argentina que debuto en “La mujer sin cabeza” (2007), de Lucrecia Martel, Nathalia Galgani (Rita), debuto en “Bonsái” (2011), de Tristán Jiménez, Pablo Brunetti (Enrique, marido de Teresa), actor argentino nacido en la Patagonia que trabajo en “No” , la primera película chilena candidata al Oscar.
Un elenco equilibrado en el que se destaca Rosa Ramírez, como la madre de Felipe/Elena, quien no logra entender a su hija, pero que, finalmente dejará de lado la idea de que su “hijo” debe usar ropa de hombre en el funeral de su pàdre. Lo mismo sucede con Claudia Cantero, como la patrona de Coya, quien demuestra y desarrolla un personaje discriminatorio, como cuando establece que Elena “a la pieza de los niños no entra”, actitud que luego cambia regalándole un pañuelo y aceptando un marido que, aun cuando la engañe, es el hombre de la casa. Los restantes integrantes de staff en términos generales cumplen con su cometido, salvo Daniela Vega que aparece muy contenida dando vida a Elena,
López Fernández como guionista elaboró una narración que cierra cada segmento del relato, y como realizador supo concretar una labor positiva, contando con los aportes efectivos, por una parte, de Diego Poleri como responsable de la fotografía, con cierta elegancia de los planos siempre iluminados con fuerte haz de luz solar que oculta lo que es una historia oscura, donde la muerte física coincida con el deceso de una sociedad de costumbres retrógradas y en decadencia, donde todavía ”las mujeres creen necesitar un hombre para poder sobrevivir”. Por otra, cabe señalar un muy buen trabajo de Hugo Tripodi cuidando la dirección de arte en la localización de la casa y todo su entorno, si bien en la zona rural en Chile no resulta muy complicado disponer de los elementos para lograr fidelidad para una producción como la que nos ocupa.
El realizador dijo en una entrevista “que me había encontrado con una propia discriminación, ¿Por qué tratar a un personaje transexual como un personaje transexual? Y ahí quise tomar el ejercicio de la normalización que la sociedad hace a diario y usarlo a mi favor ¿Qué pasaría, en una casa conservadora chilena, si éste personaje que se fue como hombre llegara, sin que nadie lo sepa, como una mujer a la casa donde se crió? Y ahí nació la idea, no pasaría nada. Como buenos chilenos evitaríamos el tema, no lo enfrentaríamos y trataríamos de normalizarlo lo antes posible”.
En resumen, se trata de una propuesta interesante por su temática (¿discriminación?), que contó con buenas actuaciones, para reflejar a una sociedad en decadencia que se encuentre en sus estertores. Se deja ver.