Las relaciones a través del espejo
El director chileno Mauricio López Fernández retoma, en su ópera prima La visita (2014), el tema principal de su corto homónimo del año 2010. Un relato que narra el regreso de Elena (Daniela Vega), una transexual, a su hogar, y la relación con su madre (Rosa Ramírez) en los preparativos para el funeral de su padre.
Madre, hija, patrona, padre, hijos, empleada, son las palabras que podrían definir los roles de los personajes que transitan un film en el que las relaciones humanas lo son todo. Esto lo demuestra el debutante Mauricio López Fernández con el “como” decide contar esta historia en el sentido de imágenes. En un principio, para decirlo de una forma vulgar, el director chileno agarra la cámara y le dice: “Espía a los personajes”.
La primera parte del film, en la que se presentan las relaciones que van a llevar adelante la historia, la cámara nos muestra planos cerrados, con los personajes contenidos dentro de ellos, de encuadres que actúan como cuadro dentro de cuadro, porque las imágenes que se ven, son siempre, o detrás de una puerta, o de una ventana. Pero esto solo funciona con relación a Elena y su madre, personajes que están atados a una tensión familiar por la decisión sexual y la muerte del padre de la familia. Por otro lado, la forma en que se la ve a la señora Tete (Claudia Cantero), la dueña y patrona de la gran casa donde se desarrolla toda la película, es completamente diferente. Hay mucho aire en los planos con los que se la observa y nunca es a través de ventanas y puertas como sucede en el otro caso. Con solo este elemento, el director alegoriza con las diferencias que hay entre las clases sociales que representa la película, rasgo característico del cine de Lucrecia Martel.
La visita es una película actoral en la que se imponen las coreografías de los personajes dentro del encuadre más que los movimientos de cámara. Con una impecable fotografía, por parte de Diego Poleri, y con un excelente trabajo de arte a cargo de Hugo Trípodi (por cómo está decorada la casa y más que nada, por los vestuarios que identifican a cada uno de los personajes, y hasta llegando al punto que, si se quiere pensar de alguna manera, el vestuario concluye el film), la tensión de las relaciones se va narrando sola hasta el punto de pensar que se trata de una bomba de tiempo que, al final, va a explotar pero no.
La película tiene grandes aciertos técnicos, los movimientos y los no movimientos de cámara, y la gran actuación de Daniela Vega como Elena. Pero la gran virtud que encuentra en su forma de cómo narrar es la utilización de los espejos. Este simple objeto funciona como el desdoblamiento de los personajes, con mayor fuerza en Elena y su figura del doble ya que, y como el tema principal de la película lo indica, está entre la decisión de ser hombre o ser mujer. Conflicto que se ve finalizado y muy correctamente en el final, en el anteúltimo plano de la película, en que la madre le dice a su, ahora ya hija, que use una pollera y no el traje de su padre para el velorio.
También existe una propuesta de sonido interesante (a cargo de Guido Berenblum), más que nada con el ambiente, y que construye una atmosfera que va perfecto con el avanzar de la historia. Esta idea es tan dinámica y gustosa que llega al punto de recrear un sueño con solo el propio sonido de ello. Sin dudas, La visita es un gran logro del director chileno que apostó a un tema que cada día toma mayor actualidad y que es abordado con una naturalidad impensada años atrás.