El último filme del irlandés Neil Jordan, con una filmografía bastante ecléctica, pero responsable de “El jugo de las lagrimas” (1992) o “Entrevista con el vampiro” (1994), no logra atrapar definitivamente al público pues aquello que podría llegar a suceder en la historia, a partir de determinados elementos que son expuestos muy tempranamente, se vuelve previsible.
Lo que debería haber sido un thriller psicológico pierde rápidamente todo el suspenso, casi enrolada en la estética y construcción narrativa de los filmes de género, allá por las décadas de 1980/1990. Se puede reconocer deudora en parte de “Misery” (1990) o, más alejado en el tiempo pero con otra impronta, de “El coleccionista” (1965) de William Wyler, sólo deudora, pues no afronta la deuda. En realidad no presenta ninguna búsqueda de ruptura con lo estipulado. Cayendo irremediablemente en un cúmulo de lugares comunes, clichés de todo tipo, subrayados constantemente por la elección del montaje clásico y acentuados por la banda sonora.
Sólo las muy buenas actuaciones de su dúo protagonista, mejor acompañadas por el personaje secundario, hacen de éste un producto que no termina por aburrir, pero que tampoco agrega nada.
Sirviendo la mesa nos encontramos a Frances McCullen (Chloë Grace Moretz), una joven que trabaja como moza en un restaurante lujoso, quien acaba de sufrir la pérdida de su madre, vive en compañía de su amiga, y sólo amiga, Erika (Maika Monroe).
Una cierta tarde encuentra en el subte una cartera de mujer, con la documentación precisa para ser devuelto.
La dueña del objeto, que nunca llega a ser un mcguffin hitchcockiano por temprana desarticulación del mismo a nivel narrativo, es Greta Hideg (Isabelle Huppert), una mujer viuda, que además ha sufrido la pérdida de su hija.
Todos los platos están servidos: hija recién huérfana, madre sin una hija. Lástima que el postre y la frutilla se ofrecen muy rápido, nunca termina de establecerse una genuina necesidad de ambas cuando el espectador, y la joven Frances, claro, descubren e intuyen el sórdido plan de Greta, sin saber a ciencia cierta sobre que versa el mismo, aunque adivinándose a medida que transcurren los minutos siguientes.
Alcanza para que esa relación de supuesta amistad se desvanezca para dar lugar al asedio, persecución, y acoso de una sobre la otra. Es muy duro el vivenciar la soledad, como dice Greta. Lo bueno está en que lo que se supone pasará, sucede, lo malo es que no se establece en lo que parece haber querido pergeñar el director, por momentos más que suspenso, mueve a la sonrisa.
De ahí a presenciar las incoherencias del guión rayando en lo inverosímil, y los entornos excedidos, como en la escena del restaurante, hay sólo un paso.
Si uno queda atrapado por la película se debe exclusivamente a las actuaciones, increíblemente Isabelle Huppert hace creíble su personaje a fuerza de su capacidad histriónica, sin demasiado esfuerzo, haciendo un despliegue prodigioso de sus recursos, con lo cual no estoy descubriendo nada que ya no se sepa.
Lo mismo ocurre con la bella y talentosa Chloë Grace Moretz, quien con sólo 22 años cuenta con más de 50 películas en su haber.
Un filme que podría sentirse fraudulento, si mientras se lo ve se piensa en el director y sus antecedentes, si en cambio se deja seducir por las actuaciones, el entretenimiento está asegurado durante los casi 100 minutos que dura la proyección.