¿Y el suspenso?
Un típico caso de relación tóxica entre dos personas, por un lado la psicópata y por otro la inocente que se encuentra en un momento de vulnerabilidad, manipulable. Sin embargo, y a pesar del talento de sus protagonistas, la película presenta dificultades confundiéndonos. Esta vez, un buen comienzo no auspicia una gran historia.
En La viuda (Greta, 2018), Frances (Chloe Grace Moretz) es una joven afligida por la reciente muerte de su madre que encuentra una cartera en el subte de Nueva York y la devuelve a su dueña Greta (Isabelle Huppert). Ellas entablan una amistad inusual ya que el interés de Greta por Frances puede ser más siniestro de lo que parece.
Un film que contando con todos los recursos para ser una original película de suspenso hitchcockiana, -el elemento que atrae a la presa, la excelente premisa, actrices realmente talentosas y la dirección de Neil Jordan-, desaprovecha sus recursos y se convierte en una decepción. Quizás el mayor desconcierto, sea la enorme dificultad que presenta un guion tan desordenado e incoherente, que a medida que transcurre la narración intenta tapar errores, con situaciones que no aportan sustento dramático a la trama. El recurso que bien utilizado en este tipo de films como es la música, aquí se desaprovecha y no está en sintonía con la historia. Todos los elementos son muy interesantes, pero tienen otro ritmo, cierta independencia que consigue confundir al espectador.
Muy pronto se desvela la verdad a la antagonista, otro error y quizás, este sea el mayor, puesto que a partir de allí, la estructura dramática se hunde en una meseta, consiguiendo aburrir en vez de mantenernos tensos. Queda claro que son todos intentos y no logros. La construcción de los personajes no es correcta, grave desacierto contando con una actriz como Isabelle Huppert, cuyo talento se desperdicia resultando en una interpretación forzada, lo mismo sucede con Chloe Grace Moretz.
Cuando se anuncia un film de estas características, dirigido por el irlandés Neil Jordan ganador del Oscar al mejor guion original por El juego de las lágrimas (Crying Games, 1992), las expectativas aumentan y la decepción es mayor. No estamos pendientes de lo que pueda ocurrirles a los personajes ni atentos al desarrollo del conflicto. El director olvida al espectador y no lo incluye en la historia.
Algo para destacar quizás es el claro mensaje que transmite: no confíes en los extraños. De manera tibia se vislumbra un paralelismo entre el monstruo que significa una gran ciudad como Nueva York para una persona de un pueblo, con la bestia que encontró esta joven en una viuda de aspecto inofensivo. Lo que describe a la protagonista, su lado psicópata y el miedo de la chica pueblerina, no están explotados en absoluto para que este film funcione.