La Viuda, un thriller eficiente que nos recuerda a la tensión como un bien narrativo indispensable.
La soledad, tanto la elegida como la impuesta, puede llegar a hacer estragos en la psiquis humana. La mala consejera de esa frase hecha puede hacernos ver como normales cosas que vistas desde afuera, con la cabeza mejor ubicada, pueden lucir demenciales. La Viuda es una historia que pone al espectador en un mismo recorrido. De la lastima al horror. De la empatía al deseo de huir.
La Doble Soledad
La película comienza con un concepto de dualidad. El director Neil Jordannos muestra a las protagonistas de la misma manera: en un plano en movimiento siguiendo a la protagonista que está de espaldas a cámara, en el centro absoluto del encuadre. El objetivo es claro: introducirnos a dos personas que inevitablemente cruzarán sus caminos, pero que (al menos inicialmente y en apariencia) poseen el mismo problema: una soledad que la vida les puso en el camino.
Con el correr del metraje quedará manifestado de lleno que esta dualidad presentada por la película es en la que están arraigadas las maternidades más posesivas: en la idea de que un hijo es la continuación, la perpetuidad de uno, y lo que puede pasar cuando este desarrolla su propia mentalidad y desvía el plan.
La dualidad se vuelve duplicidad, repetición incluso, en la perversa estrategia de la que se vale la antagonista para atraer a sus víctimas. Es también la dualidad, en cuanto a compañía, que es reducida a lo binario, psicológicamente hablando. La soledad no es solución para la antagonista, y cualquier cosa que pueda paliarlo es buena, aunque tenga resultados perturbadores.
A medida que se desarrolla la narración y sube la apuesta, nos volvemos conscientes de que hemos recibido pistas pero elegimos ser engatusados por la ternura y aparente inocencia del personaje de Isabelle Huppert, quien con mucha autoridad hace con fluidez y naturalidad la transición de tierna mujer a peligrosa psicópata.
Sin embargo, hay un tercer integrante que captura la atención aparte de la lograda composición de Huppert, e incluso del nada despreciable trabajo de Chloe Grace Moretz. Estamos hablando del director de este film, Neil Jordan.
Jordan juega con las expectativas del espectador a cada rato. Justo cuando uno piensa que el deus ex machina está a punto de dar el zarpazo, justo cuando uno piensa que el protagonista va a tener una salida fácil, Neil Jordan nos recuerda de su cancha y oficio, y mete el palo en la rueda que nos recuerda en las manos de quién estamos. De qué historia estamos viendo. De qué genero estamos contemplando, y en esta el protagonista debe pasarla mal en todo momento.
Por masoquista que pueda sonar, cuando este sufre, el espectador empatiza y si lo hace se entretiene. ¿Suena obvio? Puede ser, pero es un detalle que se olvida con mucha frecuencia en la pirotécnica y refritada cartelera de hoy en día. Por esta razón es que la puesta en escena de Jordan consigue ganar.