Es un homenaje más que otra cosa y repite recetas muy transitadas por algunos biopic de esta época, consagrados a exaltar en forma desmedida la figura de su protagonista. Por suerte se trata aquí de Ruth Bader Ginsburg (RGB), activista, abogada, una figura notable, que no sólo fue la segunda mujer en llegar a la Corte Suprema de Justicia, sino que hizo historia como una luchadora tenaz, inteligente y consagrada a luchar por los derechos de la mujer en un momento donde había sólo obstáculo.
Después, a la sombra de una hija que le habla sobre nuevos tiempos que exigen nuevas formas de acción, RGB logra hacerse de un caso aparentemente menor que al final le permitirá exponer ante un alto tribunal la postergación de la mujer, las formas capciosas de un patriarcado que las ponía “no en un altar sino en una jaula”.
El film de Mimi Leder, una realizadora sin vuelo, tiene debilidades: le falta intensidad, una actriz con más fuerza, mayor compromiso con la historia y menos almíbar en el hogar y más barro en las calles.
Pero la vida de RGB es fascinante y en la parte final, cuando ella invita a los miembros de ese alto a torcer la historia, el film adquiere el peso y la potencia dramática que le venía faltando.
Estrenado a la par del documental “RGB”, “La voz de la igualdad” se acomoda perfectamente a los vientos que soplan estos días. Y vale la pena repasar algunos de los hitos de esta verdadera heroína que con su empuje, su persistencia y su talento fue otra de las tantas que abrió ventanas para dejar circular nuevos aires por todos los corredores.