La historia de Ruth Bader Ginsburg, una de las primeras mujeres en entrar en la Corte Suprema de los Estados Unidos, sin duda es fascinante e inspiracional además de perfecta para recordar a las mujeres del #MeeToo cómo se cimentó la igualdad por la que aún se lucha. Pero, a cargo de la televisiva directora Mimi Leder y en la piel de una actriz que no está a la altura del personaje, como Felicity Jones, el asunto no tiene ni la fuerza testimonial ni la intensidad dramática adecuadas.
Leder ha logrado quitarle fuerza hasta a las imágenes apocalípticas producidas por Spielberg en “Deep Impact”: aquí muestra un edulcorado activismo feminista de los años ’70 que apenas se luce por el colorido del vestuario hippie de algunas escenas. Mejores son las escenas previas en la Harvard de los ’60, cuando entre 500 nuevos estudiantes hombres, sólo se permite el ingreso a 9 mujeres, y encima les dan la bienvenida en una reunión en la que la pregunta central es por qué cada una de una ellas merece el lugar de un hombre en universidad (el guión está escrito por un sobrino de Ginsburg, que debe haber escuchado desde chico la respuesta: “quiero estudiar leyes para entender el trabajo de mi marido y comprenderlo mejor”).
El caso principal que marcó la igualdad entre hombres y mujeres, el climax de esta película, tiene grandes momentos, pero de todos modos uno no puede dejar de preguntarse qué tanto mejor habría sido esta biopic en las manos de algún experto en dramas tribunalicios, como el recordado Sidney Lumet.