El estreno de la nueva película de la directora Mimi Leder es más que oportuno en tiempos de empoderamiento femenino. Responsable de trabajos disímiles como El pacificador, Impacto profundo y Cadena de favores, la realizadora espía ahora el mundo de una mujer que triunfó en un ámbito dominado por hombres.
La voz de la igualdad es una discreta biopic sobre Ruth Bader Ginsburg, la mujer de familia judía que se crió en Brooklyn, ingreso a Harvard, fue abogada de causas en búsqueda de la igualdad y llegó a formar parte de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. En ese rol se destaca Felicity Jones -la teoría del todo- en un trabajo medido con el que cumple en cada una de las escenas.
Su lucha junto a su marido Martin Ginsburg -Armie Hammer, el actor de Llámame por tu nombre-, un destacado abogado, marca el inicio de una carrera llena de obstáculos, prejuicios y luchas contra la discriminación. El filme muestra las barreras que tuvo que vencer para demostrar que "todos somos iguales ante la ley".
Después de RGB, el documental que gira en torno a Ginsburg y fue nominado al Oscar, el relato expone la faceta íntima y profesional de la mujer que peleó contra todos para ocupar un sitio de privilegio mientras estudiaba y llevaba adelante su vida familiar.
El relato de Leder equilibra el costado más conocido del personaje, con buenas pinceladas dramáticas de la intimidad familiar -la relación con su esposo y su hija adolescente-, la discriminación que sufrió -la llaman para reemplazar a un profesor afro- y la parte tribunalicia que es narrada con fluidez y elipsis para hacerla más llevadera previa a los minutos del desenlace, a pesar de su tono discursivo.
En la escena final de la escalinata se puede ver a la verdadera Ginsburg en este relato que cumple su cometido, sin excesos y buenas actuaciones.