El nuevo film de Mimi Leder, "La voz de la igualdad", se aprovecha de cuestiones en debate actual, para traer una historia más bien anecdótica, localista, con un tratamiento innecesariamente técnico. ¿Cuántas veces dijimos que el arte se suele nutrir de los temas de interés del momento?
Desde aprovechar el día de San Valentín para traer historias románticas, a la aparición en la filmografía nacional de películas con temática LGBT+ desde las sanciones de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género. El “oportunismo” no debe ser per sé, una cuestión negativa, es saber ver el momento adecuado.
Los problemas comienzan cuando más allá de esa “oportunidad” no pareciera haber mayor sustento. Una cosa es esperar el momento adecuado para estrenar o hablar de algo; y otra es aprovechar que algo está candente para sumarse a la ola y sacar una tajada.
Este pareciera ser el caso de "On the Basis of Sex", que para mayor oportunismo, en la distribución local le pusieron La voz de la igualdad (importante poner la palabra Igualdad), y la estrenan en la misma semana del día internacional de la mujer.
Basada en una historia real, Ruth Bader Ginsburg es una destacada jueza y jurista estadounidense, reconocida por su lucha a favor de los derechos de la mujer, sobre todo en cuanto a la inserción en el ámbito laboral. Logrando ser miembro de la Corte Suprema de aquel país en 1993. Eso sí, es destacada y reconocida, en su país, un dato no menor.
Felicity Jones le pone la piel a Ginsburg, llevando los inicios de la historia al momento en que ella era una estudiante universitaria; casada y con una bebé. La película se estructura en dos partes diferenciadas de su biografía.
En un primer tramo, imponiéndose en el ámbito académico, como una estudiante que aspiraba a más que el resto – acá hará que recordemos mucho a La sonrisa de Mona Lisa –, y luego ejerciendo su profesión como joven abogada ante un caso emblemático para su país. Una de las primeras escenas ya la pinta de cuerpo entero.
En una cena académica presidida por el decano de la facultad (Sam Waterston, totalmente desaprovechado, en plan viejo machista), este hombre le pregunta a cada una de las estudiantes mujeres qué es lo que las lleva a estudiar derecho. Por supuesto, todas las respuestas serán banales, hasta llegar a Ruth que nos espeta el primero de sus panfletos dialogados ante la mirada atónita del señor anticuado y su conservadora mujer.
En este primer tramo veremos cómo Ruth logra ser una mujer multiuso, como la procesadora Yelmo que hizo historia ¿? Ruth puede con sus estudios, destacándose, pero sin dejar de lado a su hija y a su marido, también abogado.
Aquí el dato fundamental de "La voz de la igualdad". No sólo veremos cómo Ruth es una feminista que no descuida ningún frente, sino que conoceremos a su marido, Martin Ginsburg (Armie Hammer), el ejemplo de dulce de leche hecho hombre… pero del hogar se sigue encargando Ruth, sino ¿para qué es una Yelmo multiuso?
Así las cosas, la historia de amor entre Ruth y Martin signa la película, y el hombre será el bastón sobre el que Ruth siempre se apoyará ¿Qué? ¿Las mujeres pueden valerse solas?
Posteriormente, llegará a manos de Ruth y Martín un caso impositivo en el que un cliente, masculino, quiere hacer valer sus derechos igualitarios para adherirse a una condonación de impuestos, que, según la Constitución, sólo le correspondería a las mujeres ¿Podrá Ruth maravilla triunfar ante esta nueva adversidad?
No sin la ayuda de un equipo conformado por todos hombres, que la asesoran en lo que ella es novata, ¿y adivinen quién encabeza el buffet de abogados de la contraria?
Sí, el otrora decano. En fin. Más allá de la veracidad de los hechos relatados, que no serán puestos en dudas en estas líneas, el guion de Daniel Stiepleman, no hace demasiado por hacerlo verosímil, gracias a presentarlos como una serie de viñetas biográficas, y de una construcción de diálogos demasiado ampulosa.
No es la primera vez que Mimi Leder recae en una narración innecesariamente declamatoria.
En su ópera primera cinematográfica, "El pacificador", ya puso a Nicole Kidman y George Clooney a tirar panfletos de manual mientras se salvaban de una conspiración gubernamental. Hasta lo hizo en medio de una película sobre el choque de un asteroide contra el planeta como Impacto profundo (hasta ahora su mejor película).
Como si no fuese suficiente con el guion de Stiepleman, que se encarga de remarcar todo, y hacer que los personajes hablen con un manual bajo el brazo, que luego parecieran no llevar a la práctica; Leder lo adorna con música incidental, y un uso de los planos y del montaje para que todo sea visto como para la posteridad.
Si hasta la hija pequeña pareciera que tiene cosas importantes para decir. Jones y Hammer tienen química, y más de una vez, son ellos los que salvan las escenas.
La reconstrucción de época también es correcta, aunque tampoco se destaca por sobre la media de un film con presupuesto como este."La voz de la igualdad" cree estar hablándole al mundo, cuando en verdad aborda una historia que sólo reviste interés dentro de su país.
Para agravar las cosas, cuando se adentre a resolver el caso, se pondrá innecesariamente técnica, utilizado un lenguaje y un accionar de difícil comprensión para aquel que no es legista. Todo se alarga bastante más de lo debido.
La voz de la igualdad se presenta como una propuesta con mucho para decir y enseñar; sin embargo, la torpeza de su guion, el mal desempeño de su directora, y la incongruencia de sus postulados con la forma en que los personajes actúan, nos hacen ver que detrás del discurso, hay solo cáscara.
Mientras tanto, en esta misma semana se estrena el documental "Juntas", y todavía están en cartel "Mocha" y "Reina de corazones"; y acaban de subir a Netflix la comedia romántica "¿No es romántico?". Cuatro exponentes menos ambiciosos, pero mucho más efectivos a la hora de hablar de derechos de igualdad e identidad. A veces, menos es más.