A tono con la ola feminista, con escasos meses de diferencia vieron la luz dos películas sobre la jueza Ruth Bader Ginsburg, emblema de la lucha por la igualdad de género y la segunda mujer en ocupar un lugar en la Corte Suprema estadounidense (cargo que aún ejerce). Una de ellas es el documental RBG -sin fecha de estreno en nuestro país- y la otra es esta biográfica, La voz de la igualdad.
Aquí se cuentan básicamente dos momentos en la vida de Bader Ginsburg. Sus días en Harvard en la década del ‘50, años en que la prestigiosa universidad de Boston contaba con un ínfimo porcentaje de mujeres entre sus estudiantes. Luego, la imposibilidad de conseguir trabajo como abogada -al punto de tener que resignarse a la docencia- por el sólo hecho de ser mujer. Y, ya en los ’70, su intervención en un caso que sentó precedente sobre la discriminación basada en el sexo (On the Basis of Sex es el título original) en Estados Unidos.
Las biopics -y más aún las que llegan desde Hollywood- en general repiten vicios. Dos de los más comunes: como suelen ser homenajes a personalidades destacadas, presentan versiones idealizadas, heroicas, de los protagonistas; para ser accesibles a la mayor cantidad de público posible, caen en un didactismo que se traduce en simplificación. La voz de la igualdad incurre en ambos pecados.
La película es una sucesión de escenas epifánicas. A cada hombre que le pone una barrera en su camino, esta esposa abnegada, madre irreprochable y eximia profesional tiene una frase memorable para clavarle. Cuando todo indica que en alguna situación no hay salida, suena una musiquita optimista y, ¡zas!, a nuestra heroína se le ocurre una solución.
Y entre tanta epifanía, las explicaciones. Por abordarse intrincados asuntos legales, cada tanto los diálogos tienen que iluminar lo que ocurre u ocurrirá. A esto hay que sumarles las escenas de feminismo explícito donde se enuncian consignas tan justas, ciertas y defendibles como dramáticamente contraproducentes.
Sin embargo, algo del plan didáctico funciona: como primer acercamiento a una figura clave del feminismo, últimamente devenida ícono pop (con memes y parodias en Saturday Night Live incluidos), y como asombrosa exposición del grado de machismo que sufrían las mujeres en Estados Unidos hace sólo cuatro décadas. Una lucha que continúa.