A falta de una, son dos las películas producidas y estrenadas el año pasado (en USA) sobre la figura de Ruth Bader Guinzburg. La primera es el documental RGB nominado al Oscar este año, la segunda es precisamente “La voz de la igualdad” (título oportunista si los hay, lejos de la traducción del original que sería "Basándose en el sexo")
Ruth Bader Guinzburg (Felicity Jones) comenzó a estudiar leyes a mediados de la década del ’50 nada menos que en Harvard, institución que hacía muy poco había permitido el ingreso de mujeres. Con brillantes calificaciones siguió en la universidad de Columbia, y no obst5ante graduarse de manera brillante, el mundo machista no le permitía ejercer su profesión pese al lobby y el apoyo que su marido Martin (Armie Hammer) intentaba.
Estos no serán los únicos escollos que Ruth deberá sortear pues es su personalidad, su deseo de igualdad de derechos, y la rabia que le genera la impotencia por vivir en una sociedad patriarcal e injusta, son los motores que impulsan su lucha que sigue vigente todavía hoy.
Mimi Leder, directora bastante ecléctica con títulos de gran factura como “Impacto profundo” (1998) en el género de cine catástrofe que contrasta con intrascendentes como “El pacificador” (1997), aborda esta historia en forma de relato tradicional. Bien Hollywoodense, de tratamiento amable, sin golpes bajos, y a la vez algo edulcorados para que todo transite por andariveles bastante suaves. Es más, en muchos aspectos podría decirse que es una suerte de Cenicienta moderna, como lo fue el personaje de Melanie Griffith en “Secretaria ejecutiva” (Mike Nichols, 1988).
El mismo tratamiento reciben las dos pequeñas subtramas de índole familiar: la enfermedad que pone en standby a su marido, y la pelea, no ideológica sino de forma de lucha, que mantiene con su hija adolescente.
“La voz de la igualdad” es una producción de contenido necesario para estos tiempos de lucha por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Así lo demuestra la historia y la figura paradigmática de Guinzburg, que a la postre logró modificar más de 100 leyes que discriminaban a la mujer por una cuestión de género.
Habría que ver en todo caso si el tono que la directora imprime era el más conveniente, porque con sólo ver las imágenes y escuchar los discursos en las manifestaciones en todo el mundo el ocho de marzo pasado alcanza para entender qué lugar puede ocupar la impronta de este producto. “La voz de la igualdad” se debilita por contraste de la coyuntura actual, independientemente del indudable valor de su contenido.