Prácticamente a un siglo del Grito de Alcorta, donde curas y comerciantes se unieron a socialistas y anarquistas en defensa de los chacareros, y un siglo justo de la primera ley de arrendamientos rurales, consecuencia de ese Grito, este film retoma el sueño último de aquellos hombres: “la tierra para el que la trabaja”. Y pone el acento en la llamada usucapión, o posesión veinteañal, forma jurídica mediante la cual una persona o grupo que ocupe, trabaje y mejore una propiedad abandonada, pagando además todos los servicios e impuestos, puede reclamarla para sí al cabo de veinte años. El concepto se ilustra con la actividad de unas cooperativas rurales de Jocolí, Campo de los Andes (ambas, Mendoza), Dique Chico (Córdoba) y Jáuregui (Provincia), sus diversas producciones, luchas y expectativas. También, el aporte de un abogado (“la ocupación pacífica es un derecho, violenta es una usurpación”), fragmentos de viejos documentales de Abelardo Cabrera y Raymundo Gleyzer, el modelo brasileño del Movimento Sem Terra y los encuentros convocados por diversas asociaciones locales que insisten en el desarrollo de mercados regionales, el rechazo de agrotóxicos (la consigna es “comer sano, seguro y soberano”) y la vuelta al campo de quienes hoy se amontonan en villas miserias.
Esto último suena un poco idealista. En todo caso, el registro de una toma de tierras donde un chico bienintencionado proyecta “una escuelita de boxeo, clases de murga” no parece ir en el mismo sentido de las cooperativas rurales destacadas en primer término. Autor, Juan Carlos Lepore (“La jugada del peón”, “Agroecología en Cuba” y otros).