Conspirando contra el silencio
Laberinto de mentiras (Im Labyrinth des Schweigens, 2014), de Giulio Ricciarelli, relata de manera clásica y bastante esquemática la historia ficticia de Johann Radmann (interpretado por Alexander Fehling), un fiscal que, a finales de los años 50, preparó el camino para el Proceso de Frankfurt sobre los crímenes cometidos en Auschwitz.
La ópera prima de Giulio Ricciarelli, precandidata al Oscar por Alemania, muestra como importantes instituciones de ese país y algunos miembros del gobierno estaban involucrados en una conspiración cuyo fin era encubrir los crímenes nazis ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Pero también el desconocimiento que la sociedad alemana tenía (o decía tener) sobre lo que pasaba en los campos de exterminio.
Ricciarelli relata un hecho verdadero a partir de la construcción de un protagonista ficticio en la piel de un joven fiscal, que se encontrará con el testimonio de un hombre que dice haber visto a uno de sus verdugos caminando libremente por las calles de Frankfurt . Este testimonio será la punta del iceberg que lo enfrentará con un tema que el desconocía, y lo llevará a producir una investigación a fondo donde deberá luchar contra la burocracia del sistema para averiguar toda la verdad sobre Auschwitz.
Pese a partir de un hecho que a priori resulta atractivo, Laberinto de mentiras es una obra que, salvo en contados momentos, no deja de ser una sucesión de obviedades y clisés que se pueden apreciar en cualquier telefilm televisivo. Estructurado como un thriller judicial basado en hechos históricos presenta todas las virtudes y defectos que el género suele acarrear.
Correcta, pero evitando en todo momento poner el dedo en la herida más profunda, Laberinto de mentiras no pasa de ser un mero thriller convencional que no ofrece nada nuevo ni a la temática ni mucho menos en cuanto a salirse de los parámetros de un hipotético manual de cómo hacer un film efectista con repercusión internacional.