Laberinto de mentiras buscará representar a Alemania en los premios Oscar a mejor película extranjera. La película dirigida por Giulio Ricciarelli está basada en la investigación del fiscal Johann Radmann sobre los crímenes cometidos en el campo de concentración de Auschwitz, en la Segunda Guerra Mundial.
La historia se sitúa en la ciudad alemana de Frankfurt, en el año 1963. El país, que hace relativamente poco venía de ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial por los Aliados, transitaba una etapa de incertidumbre y confusión. Johann Radmann (Alexander Fehling), un joven fiscal que se dedica a casos menores, comienza a investigar el paradero de soldados nazis, que luego de la guerra colgaron su traje y se dispersaron por todo el país en búsqueda de sobrevivir y a la vez pasar desapercibidos, e intenta arrestarlos.
La historia se centró en el esfuerzo del superhonesto y heroico Radmann en su búsqueda de la verdad. Hasta ese entonces, los trágicos hechos sucedidos en el campo de concentración de Auschwitz no habían salido a la luz, así como tampoco las atrocidades que cometía el doctor Josef Mengele. Estos temas, amén de que la intención del fiscal era atrapar a cada solado nazi suelto, fueron el centro de la investigación del fiscal, que contó con ayuda de un periodista, los demás fiscales de la ciudad y un ex prisionero judío.
Compleja ópera prima del director alemán Giulio Ricciarelli en la que cuestiona el proceder de las políticas alemanas y los comportamientos de la sociedad, ajenos a toda situación conflictiva, que no difieren mucho a los de hoy en día. ¿Quién fue nazi y quién no? ¿Todos son nazis? Son preguntas que se plantea Laberinto de Mentiras y que quedan expresadas con suma literalidad cuando en una de las escenas finales Radmann transita borracho por las calles y en su saturación por el caso acusa de nazi a toda persona que pasa. Ricciarelli abre la posibilidad que cualquiera de los personajes pueda tener un pasado nazi y ser descubierto por nuestro Sherlock Holmes alemán. El fiscal se enfrentará a las mentiras, a la hipocresía y al abandono de las víctimas de los campos de concentración de la Alemania de posguerra.
Laberinto de mentiras 1
La película no tiene pelos en la lengua. Las declaraciones de los ex prisioneros judíos sobre sus vivencias en Auschwitz estremecen y logran que se recree el terror con solo palabras, sin que haya necesidad de mostrar ni una imagen que las representen físicamente. Las emociones incrementan su peso a medida que la película avanza ayudadas por una gran composición musical de Sebastian Pille. Las interpretaciones, tanto del protagonista como la de los secundarios, son correctas y cumplen siempre que una intensa escena intensa requiere de toda su capacidad. Laberinto de mentiras no da vueltas, el caso no lo permite y la casi surrealista entrega de Radmann sabe atrapar. Si el espectador no sabe el final de esta investigación, lo averiguará junto a su protagonista.