Dentro de la semana del cine alemán, el film ara la apertura fue "Laberinto de Mentiras", ópera prima de Giulio Ricciarelli que ahora llega a salas comerciales desde este jueves, traído por CDI Films.
Sabemos que la industria germana viene explorando diferentes tópicos centrados en la sociedad moderna y en los cambios post-muro desde hace ya unos años, pero en pocas oportunidades sus cineastas abordan los temas de la post guerra y el genocidio nazi. Quizás por eso, "Laberinto de mentiras" sorprenderá al espectador. Esta realización es un fresco particular desconocido para muchos: cómo una generación entera, permaneció sin conocer el exterminio en Auschwitz (hacia mediados de los 60') y de qué manera un fiscal inició la titánica tarea de enfrentar la red de protección política y económica que protegía a estos militares para llevarlos a los estrados judiciales.
La cinta, protagonizada para Alexander Fehling y André Szymanski, entre otros, es un relato estructurado, casi gélido, de la tarea de un joven abogado que cree en las leyes y trabaja para el sistema, luchando contra el manto del olvido en que la sociedad alemana había puesto a quienes fueron torturadores y asesinos en ese campo de exterminio.
Film áspero, incómodo por la temática pero con un ritmo interesante y por sobre todo, una sólida documentación, abre muchas líneas para establecer con nuestra propia historia sobre la intervención militar genocida en cualquier circunstancia y preguntarnos qué sucede cuando una sociedad elige no saber sobre su pasado. ¿Es relevante construir memoria o a veces es una opción dejar que el tiempo pase y las heridas sanen?
Ricciarelli muestra que esta opción queda siempre en manos de los hombres, y lo hace con precisión quirúrgica. Presenta los problemas y las complicaciones que se dan en el devenir de la búsqueda de soluciones, sin mucho lugar para las emociones. Quizás esa sea la cuestión a analizar, durante los momento más álgidos del relato, la mirada está puesta en la no descripción y en la sugerencia, más que en la contundencia de las palabras y gestos.
Esto, que es una elección personal del cineasta, le confiere cierta frialdad a "Laberinto de mentiras". Genera, en definitiva, un tinte de thriller de escritorio demasiado preso de sus preceptos morales y sin andamiaje en la estructura dramática de los temas de fondo. Sí, está presente la cuestión que presenta (es innegable), pero nunca explota o provoca (más allá de un personaje secundario en particular, sobreviviente), siempre parece contenida y acotada. Y no debería ser así...
Más allá de eso, siempre es una gran opción acercarse a la filmografía de un país con tanta historia, sus procesos históricos sirven para trazar paralelismos, necesarios, más allá de las diferencias culturales. Buen debut para Ricciarelli, e interesante enfoque de un tema que resuena en nuestros oídos.