A robar mi amor
Navidad sin los suegros (2008) es una comedia más redonda que Ladrona de identidades y ambas fueron dirigidas por Seth Gordon, cuyos orígenes provienen del documental. Ambos títulos pecan de los mismos errores que obedecen a la capa de corrección política aplicada bajo una prédica conservadora cuando en apariencia las propuestas tienden a ser todo lo contrario.
Sin embargo, a pesar de este defecto debe reconocerse que tanto un film como el otro cuentan con una buena pareja protagónica y con la cuota de confianza necesaria para que todo el peso del relato y la efectividad de las situaciones graciosas recaigan en los comediantes.
Para el caso de Ladrona de identidades la mayor cantidad de laureles se los lleva Melissa Mc Carthy (Damas en guerra, 2011), quien por un lado explota sus cualidades histriónicas y desparpajo a flor de piel y por otro las exageraciones de sus volúmenes corporales para demostrar enorme destreza física, sobre todo en gags pensados para su contextura y cuerpo. En esta comedia de enredos de pareja dispareja el contrapeso para que no se desbalancee el exceso lo aporta Jason Bateman, en un rol contenido y adecuado a las circunstancias.
La premisa es básica y como tal no tarda en definirse el mayor conflicto entre la pareja antagónica: Diana (Melissa Mc Carthy) es una experta en fraudes con tarjetas de crédito que roba identidades y vive la gran vida a expensas de las fallas del sistema financiero y de sus víctimas como es el caso de Sandy (Jason Bateman), empleado y padre de familia sin un holgado pasar económico que se ve de la noche a la mañana envuelto en una trama que implica deudas con seis tarjetas de crédito.
Así las cosas, el único modo de limpiar su buen nombre y de recuperar su empleo es dar con el paradero de la usurpadora y para ello adentrarse en una aventura a la que se sumarán sicarios, caza recompensas y un sinfín de enredos junto a la ladrona, así como una relación entre ambos que terminará por fortalecer un vínculo entre víctima y victimario.
Las coordenadas de una buddy movie en el contexto de una road movie están más que presentes en un guión simple que en su primera mitad despliega lo mejor del film y en su segunda lo peor. Y esa descompensación termina por conspirar con el resultado final porque el drama y la justificación de un pasado traumático surgen de manera caprichosa y abruptamente cuando las condiciones para la comedia sin recaídas moralistas estaban servidas en bandeja.
Con momentos logrados y muy buena química entre Mc Carthy y Bateman, Ladrona de identidades se ubica cómodamente dentro del grupo de comedias blandas e inofensivas a la vez que olvidables y convencionales hasta decir basta.