El realizador Seth Gordon sabía que más allá de la simple idea disparadora sobre una persona que roba identidades por medio de un simple llamado telefónico, contaba con la estrella del momento Melissa McCarthy (acostúmbrense a este nombre porque nos viene un aluvión de películas protagonizadas por ella) para darle algo de “entidad” y fuerza a la cinta y a la idea.
También tenía de su lado a Jason Bateman, el protagonista de la nuevamente exitosa “Arrested Development” (que se puede ver por Netflix en su nueva temporada) y algunos gags que funcionarían. Pero en “Ladrona de Identidades” (USA, 2013) no hay mucho más que eso.
“Identity Thief” (título original) es una pqueña comedia con muchas más intenciones que logros. Filmada de manera casi anacrónica, líneal y en escenarios naturales,la película cuenta la historia de Sandy Bigelow (Bateman) un agente comercial que un día descubre que al otro lado del país hay alguien que está haciendo compras de manera compulsiva con los datos de su tarjeta de crédito y que además se lo acusa de crímenes que no cometió.
Para poder recuperar su identidad y su trabajo decide viajar por el país en busca de Diana (McCarthy), una experta en timos y negocios turbios, que además está envuelta en una red de contrabando de datos personales y es perseguida por una pareja de latinos (estereotipados al máximo).
Cuando se encuentran cara a cara Sandy con la Sandy usurpadora (en una de las escenas más divertidas del filme) comienza el desastre, porque Diana es una mujer que intentará a todo o nada seguir manteniendo su excéntrico modo de vida (una casa llena de porquerías inservibles, todo por triplicado y muchas de ellas provenientes de los programas de “LLAME YA!”).
Intenta escaparse, aplicando su golpe de la muerte (una trompada en la garganta) pero Sandy es mucho más rápido y con mucho mejor estado físico que ella y la atrapa. Así es media película, te atrapo, no te atrapo, te atrapo, no te atrapo, para finalmente dar un giro de 180 grados y convertirse en una buddy movie que mucho tiene de “Mejor sólo que mal acompañado” (USA, 1987) pero no tiene ni a Steve Martin ni a John Candy ni mucho menos a su director John Hughes.
En ese giro veremos cómo Sandy termina justificando el comportamiento delictivo de Diana y empatiza con ella. No esperen encontrar la comedia del año, pero si quieren igualmente acercarse a las salas, háganlo por McCarthy, sólo por ella vale la pena el esfuerzo.