Leer para vivir
La lista de Schindler, El pianista, The Reader, El niño con el pijama de rayas y siguen las firmas. La eterna fascinación de Hollywood por el Holocausto continúa ahora con uno de los peores exponentes: la transposición de Ladrona de libros, el best seller de Markus Zusak.
Como en la novela, la historia comienza con la narración de La Muerte (la voz grave de Roger Allam) y ese recurso -horroroso- invadirá varias veces la narración. Pero ese arranque no es lo peor: posteriormente escucharemos cómo los actores hablan en un inglés germánico (otros, en cambio, lo harán con perfecto acento británico) para interpretar a personajes alemanes en pleno ascenso del nazismo y la posterior explosión de la Segunda Guerra Mundial.
¿Quieren más? Una mirada superficial, torpe y bastante edulcorada sobre el Holocausto (hay un tono casi de cuento de hadas para contraponer la inocencia infantil con el horror de los nazis) descripta desde el punto de vista de una niña analfabeta que es enviada a vivir con padres adoptivos y pronto desarrollará una fascinación por los libros, personajes sin matices ni encanto, y metáforas y referencias obvias (como la de Ana Frank).
Que la narración y la ambientación de época lucen cuidadas, que las actuaciones son dignas… Puede ser, pero es demasiado poco para un film dirigido por Brian Percival, aclamado por su trabajo en la serie Downtown Abbey. La corrección política, esta vez, no alcanza ni para conseguir una mínima corrección cinematográfica.