En una de las tradiciones más discutibles -y, si se quiere, deplorables- de la historia del cine, películas como LA LADRONA DE LIBROS se siguen haciendo con la intención de explotar temáticas como el Holocausto desde un lugar ilustrativo, sensiblero o directamente penoso como es el caso de este filme basado en un best seller reciente. Es el tipo de película -como LA VIDA ES BELLA o LA LECTORA- que uno podría definir como “qualité“: un compendio de imágenes bonitas y música solemne para tratar un tema duro como si fuera un cuento para toda la familia. “Holocaust porn“, como se lo define -muy cruelmente, pero muy ajustadamente también- en inglés. No hay verdades ni revelaciones en el filme. Se trata de un compendio de clichés del Holocausto en un estilo que en una época podíamos definir como de “película de TV” (aunque ahora, por suerte, las películas para TV son mucho mejores que esto).
Dirigida por Brian Percival -que tiene en su filmografía varios episodios de la serie DOWNTON ABBEY-, LA LADRONA… está hablada en ese idioma universal que es el inglés con acento alemán. Aquí, empeorando aún la ecuación, a los actores se les permite decir tres o cuatro palabras (siempre las mismas) en alemán mientras interpretan a sus personajes como si estuvieran en un muy bien presupuestado acto escolar. Hasta la propia Emily Watson, habitualmente digna casi en cualquier cosa, actúa aquí como si el promedio de edad del público fuera de seis años. El caso de Geoffrey Rush es diferente: tiene una batería de películas mediocres en su carrera.
book-thiefLa historia tiene todos los lugares comunes posibles del subgénero “explotación del Holocausto”: niña solitaria cuya madre y hermano mueren y que es entregada en adopción, niña que no sabe leer y que aprende a hacerlo de grande, descubriendo así la pasión por los libros; nazis que queman libros y niña que los rescata; refugiado judío escondido en el sótano; autoridades y oficiales que circulan todo el tiempo poniendo las vidas de todos en peligro y una amistad/romance con un niño muy rubio y muy ario que la protege cuando todos la agreden en el colegio.
Todo esto va transcurriendo entre 1938 y 1945, siguiendo el crecimiento del partido nazi, la Noche de los Cristales, el comienzo de la guerra, las persecuciones del nazismo y así. Mientras Max está encerrado en el sótano, Liesel (la niña en cuestión) le lee los libros que roba de la biblioteca de la esposa del alcalde y que aprendió a leer gracias a su padre. En el sotano, además de a Max, esconde un pizarrón en el que escribe todas las palabras que va aprendiendo (en inglés, claro). Pero vendrán los nazis acompañados del crescendo musical de John Williams y las cosas se complicarán.
The_Book_ThiefUno quisiera suponer que Percival intentó remedar el tono que en ciertas ocasiones ha usado Steven Spielberg para tratar algunos acontecimientos: contarlos desde la confundida perspectiva infantil. Pero en su lugar le ha salido un compendio de banalidades impropias no solo de una película sobre el Holocausto sino de cualquier producto cinematográfico mínimamente digno. Por momentos las escenas son risibles, empezando por el narrador del filme que no es otro que La Muerte en persona, analizando banalmente casi todo tema que toca hasta el exageradísimo rol de “madre severa” que interpreta Watson.
La mejor forma de acercarse a una película como LA LADRONA DE LIBROS sería pensarla como una ficción para niños. Pero, de hecho, esa casi sería la peor de las opciones. Es el tipo de película que no debería ver uno con (sus) niños si le interesa que ellos tengan una idea más o menos sensata de lo que fue el Holocausto. Es una película hecha con la mirada puesta en obtener premios y nominaciones al Oscar, pero ya ni los votantes de la Academia se tragan más este tipo de impresentables anzuelos.