El nazismo entre algodones
“La ladrona de libros” El best-seller internacional de Markus Zusak ha sido llevado a la pantalla con estilizada eficacia en una versión edulcorada y sentimental que, más allá de su cuidada estética, no alcanza a trascender de una mirada convencional.
La eterna fascinación del cine por el Holocausto reaparece una vez más en la cuidada transposición del best seller “La ladrona de libros”, donde predomina un tono cercano al cuento de hadas para contraponer la inocencia infantil ante el horror de la Alemania nazi. Se ha colocado al frente del elenco a la joven y desconocida Sophie Nélisse (quien ya había intervenido con anterioridad en “Profesor Lazhar”), en el papel de Liesel Meminger, una niña analfabeta de 9 años, con poco de ladrona y mucho de encanto, que no se profundiza en los libros que atesora pero tampoco se justifica demasiado el desmesurado interés que siente por ellos. El relato se orienta desde el punto de vista de la infancia de la pequeña huérfana enviada a vivir con padres adoptivos y que pronto desarrollará una fascinación por los libros y las palabras que sostendrán la luz de la vida, a medida que se intensifica el horror de la guerra.
En todo momento, se prioriza la historia familiar, de amor y amistad. Allí caben menciones especiales para los eximios actores Geoffrey Rush y Emily Watson en la entrañable caracterización de los padres adoptivos de la niña. La fotografía y la banda sonora transitan por un nivel de excelencia al igual que el vestuario, el diseño y la ambientación, tal como podría esperarse de Brian Percival, un director con notable dominio en la recreación histórica, proveniente del mundo de la televisión.
Sin riesgos
La película resulta una buena elección para quienes gusten de las historias de superación protagonizadas por héroes honrados y sencillos que devuelven la esperanza en el género humano, aunque el relato sea demasiado convencional, en el sentido de previsible y poco sorpresivo. Responde a un guión poco arriesgado que, al ofrecer al público lo que sabe con antelación que funcionará, apuesta siempre sobre seguro. Existen muchos personajes desaprovechados, como el del joven judío perseguido que entabla una relación especial con la niña. Tampoco resulta una buena elección la inclusión de una desagradable voz en off que con su omnisciencia presenta y cierra la historia, invadiendo una narración que ganaría mucho sin su intervención.
Luego de la aparente crudeza de algunos momentos, en el trasfondo de la terrible historia se nos presentan unos cantos a la alegría de vivir que no hacen sino dejar un regusto muy agradable pero excesiva azúcar, conformando un cuento “a lo Disney” que no pasa del elogio de las buenas intenciones. El principal objetivo es transmitir con oficio una historia edificante que sólo refleje indirectamente la realidad, manteniéndose alejada de cualquier incomodidad. La película insiste en su ejercicio de caligrafía académica donde peca de exceso de pulcritud, porque aunque a la heroína la llaman cariñosamente “Cochina”, apenas se despeina y está siempre impecable o el episodio del libro que cae en el agua congelada y el perfecto niño rubio logra rescatarlo sin problemas. De esta forma, la búsqueda de la virtud lleva a otros defectos.
Entretenida, con pasajes agradables y memorables, se trata de una película hecha para gustar, donde todo está milimétricamente calculado y generalmente funciona mediante un guión complaciente que el director maneja hábilmente sin dar nunca un paso más allá. Así, “La ladrona de libros” es un buen film pero está lejos de ser una magnífica película.