El peor cine posible
El nazismo, la 2da Guerra mundial, la literatura, la persecución de los judíos, todos ingredientes ya no de una clase de cine importante sino exactamente lo contrario. Hoy un film que trate todos estos temas y –el punto más alto del cliché busca premios- está protagonizado por un niño es casi sinónimo de mal cine. Y eso es, sin duda alguna Ladrona de libros, basado en un best seller que pocas ganas dan de leer luego de ver esta historia. La voz en off que abre el relato y lo acompaña es la voz de la muerte. La muerte, con mayúsculas, contará con las metáforas más ridículas y vergonzantes, la historia de Liesel, una niña que queda en manos de unos padres adoptivos mientras el nazismo asciende al poder en Alemania. La niña descubrirá una enorme pasión por los libros a la vez que será testigo de los cambios políticos en la sociedad. Un joven judío tendrá refugio y será escondido en su casa mientras el peligro aumenta alrededor de la familia.
Con un estilo que salta sin pudor de un lugar común a otro, la voz de la muerte dice cosas que sinceramente están por debajo del más ridículo de los discursos. La muerte hablando de las personas ya es una decisión límite, pero al ser tan fallida produce directamente rechazo. No hay nada bueno para rescatar del film, aun cuando la música de John Williams cumpla como siempre con su objetivo. Cumplir no es brillar y la partitura queda escondida entre tantas malas decisiones. Para finalizar una última nota: Qué triste es ver flamear tantas banderas nazis en colores en estas grandes producciones. Por momentos la película logra el objetivo contrario al buscado y termina jugando más a favor que en contra de aquello que critica. Los críticos se quejan siempre de los lugares comunes y de la explotación de las franquicias en el cine de género. En ningún caso esas franquicias y esos lugares comunes caen tan bajos como Ladrona de libros.