Aunque la historia tiene puntos en común con las películas de adolescentes, la ópera prima de Greta Gerwig aporta una mirada distinta del conflicto interno que genera el hecho de crecer y la relación con los padres durante ese proceso.
Christine “Lady Bird” (Saoirse Ronan) quiere estudiar en una universidad alejada de Sacramento, su lugar de origen. Conseguirlo es su objetivo principal durante el último año de secundaria en 2002, mientras explora el amor, la autosuperación y el tenso vínculo con su madre (Laurie Metcalf).
Lady Bird (2017) es una comedia dramática que se centra en la vida de la protagonista en un momento clave: la adolescencia. Las problemáticas de la edad son tratadas con realidad y toques esporádicos de humor. Un aspecto destacable es que Gerwig también muestra la reacción de los padres frente a los cambios que atraviesa su hija, aspecto que enriquece bastante al guión.
Nominada como Mejor Actriz al Premio Oscar, Ronan confirma que es una de las intérpretes jóvenes con mayor proyección. Y en Lady Bird despliega una amplia gama de emociones que le permiten demostrar su versatilidad.
El film de Gerwig no tiene más aspiraciones que ser el recorte de la vida de una joven que quiere cambiar el destino que sus padres pensaron para ella. Simple por momentos, cálida, superficial y profunda por otros. Una articulación de ingredientes correcta, pero que probablemente no le alcance para obtener el galardón que otorga la Academina en la categoría Mejor Película.