Sobre hippies y niños
Luego de una exitosa carrera como cortometrajista (Ana y Mateo, Lo que haría, Espacio personal y Princesas) Natural Arpajou debuta en el largo con una historia personal, la de su infancia en el sur argentino.
La capacidad de Arpajou como guionista y directora de actores se manifiesta en Yo, niña (2018), si bien no había pasado desapercibida tampoco antes de que se lanzara al formato del largometraje: sus cortos le valieron numerosos premios y prestigiosas nominaciones, ganando cuatro veces el Festival de Mar del Plata. La historia de la película o, más bien, la premisa a partir de la cual deshila el relato, la encontró en su propia infancia. Una etapa marcada por los desarraigos y las mentiras.
Armonía es la hija de una pareja de hippies que a mediados de la década del 70 decide abandonar la ciudad y comenzar una nueva vida en una cabaña sin las comodidades estándares y viviendo de la autosustentación. Armonía disfruta de lo nuevo pero también se hace preguntas y es cuando debe regresar a la ciudad por una situación particular no prevista que redescubre el mundo real, ese mundo del que los padres quieren huir pero en el que Armonía quiere permanecer.
Arpajou expone la conflictiva relación de una familia, su familia, en un film autobiográfico, eligiendo narrarlo desde el punto de vista de una niña, que funciona como su alter ego. Para eso se apoya en un guion impecable, sin fisuras, y unas imágenes magníficamente compuestas, coloridas y poéticas; adoptando el tono característico de un cuento de brujas, desgarrador, oscuro, con una mirada naif que, sorprendentemente, no cae en el golpe bajo, y, logra relatar un drama sin recurrir a la lágrima fácil. Aunque el golpe sea directo y la catarsis también.
El encanto de El Bolsón, representado maravillosamente por amplios planos abiertos, pero evitando el regodeo, y un elenco que incluye a Esteban Lamothe, Andrea Carballo, Mariano González, Marina Glezer y la niña Huenu Paz Paredes le suman atributos a Yo, niña. El resto lo hizo la vida.