Lady Bird

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

80

En muchos sentidos, Lady Bird es un film a contrapelo. En otros, no. Empecemos por lo negativo: historias de mujeres que se abren camino solas, historias de crecimiento (el famoso “coming of age”) etcétera, son frecuentes en la cinematografía de la última década y media. También comedias de medio tono, no basadas en el gag y sí en las emociones de los personajes (hay algo de Nafta, comida, alojamiento, el clásico independiente de Allison Anders de 1992). Pero eso es lo de menos porque aquello en lo que la película es excepcional es más importante. Lo es por narrar la relación entre una hija y una madre muy parecidas pero con tensión entre ellas a través de una ironía de superficie que oculta una ternura superlativa. Lo es, también, por el gran manejo de la cámara para mantener en el campo del pudor aquellas cosas que no pueden quedar ante la cámara, por elegir con delicadeza. Lo es porque los diálogos son precisos y, en muchos casos, divertidos (sobre todo son ingeniosos, en varios momentos inteligentes, que no es lo mismo). Y lo es porque porque dura una hora y media en un universo donde el cine elefantiásico se tarda dos horas y media para narrar que dos tipos vestidos de gato se agarren a trompadas un rato, por ejemplo. Eso de contar lo justo con las imágenes justas, con las palabras justas, en el tiempo justo es una prueba de que, detrás del film, hay una cineasta de quien esperar mucho más. Greta Gerwig, actriz -casi “de culto” y de mucha presencia en el cine independiente- demuestra que sabe qué hacer con el cine. No es poco.