Año 2002, principios del milenio, se respiraban otros aires. Por la calle desfilan las ropas holgadas y los collares “tropicales”, los televisores aún eran esas grandes cajas negras y los teléfonos celulares solo servían para realizar llamadas, y ni hablar de Internet. Pero dentro de los distintos tiempos en donde una historia puede figurarse, hay algo seguro que se mantiene con el correr de los años: el crecer, algo traumático desde cualquier lado que se lo vea. Greta Gerwig escribe y dirige Lady Bird, el relato de una adolescente de 17 años que vive en Sacramento con toda su familia y asiste a su último año de escuela, lo que conlleva al progresivo paso a la madurez.