Las historias de maduración, también conocidas como coming-of-age, son una oferta más que frecuente en el cine independiente. Sin ir más lejos, sus logros más destacados han nacido no pocas veces dentro de este subgénero. No obstante, la oferta de estos títulos puede crecer a tal extremo que uno puede apreciar la madurez en la narración, pero sensorialmente terminan por no dejarte nada. Lady Bird afortunadamente reúne los suficientes méritos para separarse de este montón y no solo recordar la adolescencia, sino también sentir ese recuerdo.
El Nido por Vaciar
Christine McPherson, autoapodada Lady Bird, está atravesando su último año en el secundario. El cierre de esta etapa la encuentra atravesada por el deseo de dejar la Sacramento que la vio nacer en favor de un lugar más sofisticado, algo que solo podrá conseguir yendo a una buena Universidad. Por desgracia deberá enfrentar obstáculos en la forma de su bajo rendimiento académico, una antagónica relación con sus padres, y unos noviazgos que no pocas veces le alterarán la brújula.
El guion de Lady Bird es sobresaliente. Se concentra sobre la construcción de una identidad basándose en su pasado (sus padres), su presente (sus historias amorosas) y su futuro (su deseo de entrar a una buena universidad). Obviamente cada estrato constituye un conflicto en sí mismo, y los tres tienen una igual prioridad. Podrá parecer desordenado pero hay una enorme lógica detrás de esta construcción. El camino que hace el personaje va de un enorme rechazo a una sutil aceptación (y revaloración) de todo aquelo que la hizo lo que es. Un recorrido que se vale, en partes iguales, tanto de la comedia como del drama.
Esta es la historia de una adolescente que va en busca de su lugar en el mundo, que puede ser su lugar de nacimiento o un punto mucho más alejado de este, pero que tiene más que claro que si no se aventura a lo desconocido no lo averiguará jamás. Una búsqueda que tiene su obstáculo más esencial en los adultos que ya encontraron esa respuesta y están determinados a evitarle los mismos tropiezos, olvidando que si bien podrán protegerla de los errores viejos, siempre habrá errores nuevos donde la vivencia de la protagonista, y solo de la protagonista, proveerá la enseñanza necesaria.
En materia actoral Saoirse Ronan sostiene bastante decentemente la película con su interpretación de esta adolescente. Laurie Metcalf también realiza un muy digno trabajo como su madre, pero en el tramo final, en una escena en específico, es donde notamos que destaca un poco más.
En materia técnica, se debe destacar y admirar cuando una realizadora no tiene miedo de ser simple. Greta Gerwig cuenta con un guion sólido, actores capaces, y ella tiene la percepción necesaria para guiarlos hacia interpretaciones creíbles. Por lo tanto, un patrón de planos que rara vez se sale del plano general / plano medio / contra plano medio es todo lo que necesita para contar su historia.
Conclusión
Lady Bird es una narración que hará sentir identificado a más de uno, sean padres o hijos. Es un dilema de maduración que va por dos carriles: la necesidad de apreciar de los hijos, y la necesidad de dejar ir de los padres. Esa habilidad de no demonizar o santificar, sino mostrar las luces y las sombras que todos tenemos, es lo que hace de este título una propuesta disfrutable.