Saoirse Ronan es extraordinariamente versátil, puede hacer con la misma eficacia de una niña resentida por un amor no correspondido (Atonment), o interpretar a una amazona vengativa (Hanna) o una mosquita santurrona (La Huésped). De las actrices sub 25 es una de las mejores – mi otra preferida es Haille Steinfield- y siempre acaricia la estatuilla del Oscar. En el 2016 estuvo nominada por la gran Brooklyn, una historia de amor clásica en donde demostró que el melodrama también es un género en donde se la ve cómoda. En Lady Bird la jovencita de 23 pirulos se pone en el cuerpo de Lady Bird Mc Pherson – sí la conoceremos por su sobrenombre- una adolescente californiana que debe ir a un colegio religioso en Sacramento, la rebeldía juvenil y su comportamiento hermosamente atrevido, le ponen ritmo a un coming age feminista y moderno.
La señorita pájaro, la libre y brillante señorita del pelo color rosa pomelo y aire grunge, se pone a sus espaldas parlamentos históricos sobre la religión, el amor y la amistad. La joven pasa su último año de la preparatoria peleando con su madre (Laurie Metcalf) quien – como toda madre- le tiene terror a que su hija pegue el vuelo y deje de ser la “niña” señorita Bird para adentrarse al mundo difícil de la adultez. Greta Gerwish, a quien conocía sólo como actriz – es la mujer engañada por Jesse Eseimberg en To Rome with love de Woody Allen y la excéntrica Julian en Eden de Mia Hansen-Løve – filma una de las mejores películas sobre la iniciación de una adolescente.
Lady Bird es una película tierna con un profundo sentido del humor. La excursión cinematográfica que nos propone Gerwish no posiciona ante la vida de esta joven dramática y espontánea que con su verborragia le pone humor a todos los conflictos púber que tiene. Lady Bird, llora, rie, habla a los gritos, es creativa, no es justamente de las que pasan desapercibidas y así con este ímpetu se convierte en un huracán de emociones. La cámara la acompaña por sus primeros amores, sus decepciones y la sigue en sus cuestionamientos axiomáticas sobre la vida. Pero ella no está sola en su camino iniciático, la acompaña su eterna amiga Julie (Beani Fedstein) quien llora – ese plano aéreo es hermoso- y sacude la efervescencia adolescente con Lady Bird. Juntas entran al grupo de teatro de la escuela: Enfundada en un vestido negro y con un rojo en los labios intenso, Lady Bird canta como si estuviera en Brodway, quiere el papel principal de Merryl we roll along, obra histórica del circuito del musical.
Gerwish usa la música que escuchábamos todas en nuestra juventud, música alternativa con la que todas movíamos nuestras cabezas y tratábamos de revolucionar el mundo con nuestros parlamentos insolentes y soñabamos con irnos de nuestros pueblos o barrios para convertirnos finalmente en adultas sumergidas en alguna ciudad cosmopolita. Lady Bird, quien tiene el apodo más lindo del mundo, batalla un enfrentamiento con esa idea de querer ir a Nueva York y pelea con su madre.
Laurie Metcalf (la mamá) hace un trabajo extraordinario, y declaro mi favoritismo hacia ella para que se quede con el Oscar a mejor actriz de reparto. Madre e hija forman una dupla creíble sobre el verdadero amor madre-hija que incluye por supuesto peleas dramáticas y silencios incómodos. Porque lo que tiene Lady Bird es que es tan femenina y Greta Gerwish es tan poco pretensiosa con la película que dan ganas de abrazarla. Sin duda una de mis favoritas para los Oscars.