"Lady Di": la princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
El director maneja de forma excelsa el vasto material de archivo del que dispuso para montar esta biografía documental sobre la icónica Lady Di, paradigma de las princesas tristes.
“La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa, / que ha perdido la risa, que ha perdido el color. / La princesa está pálida en su silla de oro, / está mudo el teclado de su clave de oro; / y en un vaso olvidado se desmaya una flor”. En su célebre “Sonatina”, Rubén Darío cuenta en verso la historia de una princesa atrapada en la estéril existencia de la vida cortesana, mientras fantasea con otras realidades posibles, que esperan por ella más allá de los muros intangibles de sus aparentes privilegios. Para quienes ya eran grandes a finales del siglo pasado, los versos del poeta nicaragüense tal vez les traigan a la memoria la imagen de Diana Spencer, princesa de Gales, conocida de forma cariñosa como Lady Di, posiblemente la figura más popular (y trágica) de todas las realezas europeas de los últimos 200 años. Sobre ella se enfoca el documental Lady Di, del cineasta Ed Perkins.
“La princesa no ríe, la princesa no siente; / la princesa persigue por el cielo de Oriente / la libélula vaga de una vaga ilusión.” ¿Será posible que Perkins usara el poema de Darío para vertebrar su retrato cinematográfico de Diana? Es poco probable. Aun así, la forma en que ambos relatos se superponen resulta llamativo. No menos sugestiva resulta la forma excelsa con que el director maneja el vasto material de archivo del que dispuso para montar esta biografía documental sobre la icónica Lady Di, paradigma de las princesas tristes. Porque no solo se limita a acumular minutos y minutos de imágenes mediáticas ya conocidas, sino que también se vale de material anónimo, proveniente de varias grabaciones domésticas.
“¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa / quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, / tener alas ligeras, bajo el cielo volar;”. Justamente la película comienza la noche del accidente en el que Diana perdió la vida. Pero no lo hace de forma obvia ni a partir de material televisivo que ya se ha visto muchas veces. En su lugar, elige las imágenes tomadas por un grupo de turistas, quienes justo pasaban por la puerta del hotel Ritz de París en el momento en el que Diana se sube al auto que la llevaría a su destino final. Son ese tipo de hallazgos los que confirman que el trabajo de Perkins fue mucho más allá de la operación mecánica de cortar y pegar.
“¡Pobrecita princesa de los ojos azules! / Está presa en sus oros, está presa en sus tules, / en la jaula de mármol del palacio real”. También hay poesía en la forma en que el director eligió las imágenes de su documental. Es inevitable encontrar la rima entre las escenas de Diana siendo acosada por los paparazzi y aquellas en las que los perros del príncipe Carlos, su marido, persiguen y destrozan una liebre durante una jornada de caza. Resulta asombrosa la metáfora de esa otra, en la que el propio Carlos anima a William, su primogénito, todavía bebé, a mirar a través del visor de una cámara, diciendo: “¡Mirá, hay gente ahí adentro. Están atrapados…”, mientras la princesa contempla desde un costado, sin sonreír.
Resulta curioso que Darío haya publicado sus versos (casi) exactamente cien años antes de que Diana, ya divorciada de Carlos, eterno heredero al trono británico, muriera la madrugada del 31 de agosto de 1997, justo cuando empezaba a dar muestras de felicidad. Como si supiera que la muerte es el único camino de salida para las princesas melancólicas, el poeta cierra su composición realizando una simbólica invocación: “-‘Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; / en caballo, con alas, hacia acá se encamina, / en el cinto la espada y en la mano el azor, / el feliz caballero que te adora sin verte, / y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, / a encenderte los labios con un beso de amor’.” Si algo dejó claro el siglo XX es que la mejor forma de derrotar a la muerte es vivir rápido, morir joven y dejar un cadáver hermoso para ser adorado por la historia. ¿Quién diría que la esbelta Di acabaría teniendo un final digno de una heroína punk? Cosas que solo pasan en la vieja Gran Bretaña.