Como sabe cualquier político, aunque en la Argentina no tenga ninguna incidencia, el archivo es una herramienta poderosa. El registro de la realidad, con la distancia del tiempo, produce un efecto cuya manipulación está dada desde la decisión misma de qué mostrar, y qué no.
A veinticinco años de su trágica muerte, con tan solo 36 años, el documental The Princess/Lady Di, que llega hoy a algunos cines de la Argentina, es un notable y atrapante film de archivo. Una apabullante exposición del exceso, como un abanico que se despliega: la vida pública de una figura demasiado pública.
Al punto que, de alguna manera, el tema de Lady Di es la princesa, pero en el espejo de las cámaras que la registraron de manera implacable, intrusiva, asfixiante. Una película sobre lo que el mundo hizo de ella, desde que era una adolescente súper tímida, que sonreía ruborizada frente al acoso mediático, cuando el rumor había instalado que iba a casarse con el príncipe Charles.
La jovencita que, con una voz aniñada, soltaba cosas como “quiero ser una buena esposa y madre”. Hasta su notable cambio, quince años después, expuesto en la polémica entrevista de la BBC (“Somos tres en este matrimonio, está atestado”). Para una institución como la monarquía británica, que alguien rasgara su intimidad de esa manera, revelando trastornos psíquicos y alimenticios, fue un terremoto. ¿Había aprendido Diana a utilizar a los medios parasitarios para su provecho?
Basta con el archivo para entender que no hubo resquicio, fuera de su intimidad a puerta cerrada, en el que no debiera soportar ser ella, comportarse como ella, hacer lo que se esperaba de ella. Apareció en el ojo público perseguida y murió perseguida. Escuchando cómo todo el mundo hablaba de lo que hacía, de cómo se vestía, de qué pensaba.
El vestido para su boda con el príncipe Carlos, creado por David y Elizabeth Emanuel. (Foto: AP)
El vestido para su boda con el príncipe Carlos, creado por David y Elizabeth Emanuel. (Foto: AP)
Su casamiento, en 1981, fue el evento más mediático de la era pre internet: 600 mil británicos en las calles, 750 millones de espectadores viendo cómo avanzaba hacia el altar de la St Paul Cathedral de Londres, engalanada para 2.500 invitados. Y desde ese mega evento, una estrella excluyente, que dejó en sombras a la familia real, empezando por su marido.
Es una historia triste y conocida. Por eso, notable el mérito del realizador nominado al Oscar Ed Perkins (Garnet’s Gold, Black Sheep), capaz de construir un mosaico nervioso y subyugante sobre una figura que sigue generando preguntas, a veinticinco años de su muerte.