COSECHARÁS TU SIEMBRA
Nos llega un tanto tardía, pero esta joyita de época es digna de verse en la pantalla grande.
En tiempos de empoderamiento femenino, #MeToo, Time’s Up, #NiUnaMenos y la constante lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, “Lady Macbeth” (2017) nos trae una visión diferente de los abusos (físicos y psicológicos) que debe afrontar la joven protagonista, una historia bastante fuerte de la que no podemos evitar tomar algún tipo de partido.
El realizador debutante William Oldroyd y la guionista Alice Birch se hacen eco de los temas más coyunturales adaptando “Lady Macbeth of the Mtsensk District”, un cuento corto de Nikolai Leskov que, lo queramos o no, tiene muchos puntos en común con “El Seductor” (The Beguiled,
2017) de Sofia Coppola o “Alias Grace” (2017), basada en la novela de Margaret Atwood.
Sí, todas estas mujeres tienen algo en común, aunque sus historias sean muy distintas. En el caso de la jovencísima Katherine (Florence Pugh), nos trasladamos a la Inglaterra rural de 1865 donde fue obligada a casarse con Alexander (Paul Hilton), un hombre bastante mayor que vive bajo los condicionamientos de su longevo padre Boris (Christopher Fairbank), dueño de la propiedad y de los negocios que debe manejar su hijo.
Katherine parece una reclusa dentro de su propio hogar, obligada a seguir una estricta rutina, mantener las apariencias, no salir de la propiedad y, por supuesto, concebir un heredero lo antes posible. Algo que resulta un tanto complicado ya que su esposo no parece estar muy interesado en mantener relaciones sexuales. Por el contrario, le gusta observarla desnuda y humillarla de todas las formas posibles. Más que esposa, Katherine es una esclava con ciertos lujos que sólo ansía la libertad y satisfacer sus propias necesidades.
Llega el día en que los dos hombres deben partir para ocuparse de sus asuntos y ahí es cuando Katherine, por primera vez, se libera de su aburrimiento y sale a explorar el área. En los establos conoce a Sebastian (Cosmo Jarvis), un criado violento, tosco e impulsivo que llama inmediatamente su atención. El romance (y sobre todo la pasión) entre los dos jóvenes no se hace esperar, como los planes de la chica para proyectar un futuro juntos lejos del yugo de su familia política. Pero hay sirvientas que lo ven y escuchan todo, un suegro cruel y entrometido, y manipulaciones de Katherine, que podría llegar hasta las últimas consecuencias para lograr sus objetivos.
“Lady Macbeth” no es una historia de amor, y no por nada toma el mote del clásico personaje de William Shakespeare. Habla, sobre todo, de “la gota que rebalsa el vaso”, y de las pocas herramientas de las que puede echar mano una mujer cuando está verdaderamente atrapada por la desesperación y los condicionamientos. Sí, siempre hay otras opciones, pero en la cabeza de esta jovencita, la escapatoria es una sola.
Oldroyd filma in crescendo, aunque sus imágenes sean austeras y muchas veces estáticas; otro amante de la llamada puesta en escena planimétrica –como el amigo Wes Anderson-, que consiste colocar la cámara en un ángulo de 90 grados. Hay una simplicidad y sobriedad en cada plano que, ciertamente, perturba y ayuda a exteriorizar la psicología de la protagonista. La casa (la prisión), la habitación principal la celda), esa escalera tan angosta (la vía de escape)… cada elemento tiene un peso y se convierte en un personaje más de este relato que habla mucho más desde lo visual que desde sus diálogos.
Katherine no es un agente del mal, es un síntoma de un tiempo donde las mujeres ni siquiera podían heredar las propiedades familiares, sino había una figura masculina de por medio que las validara. Hay una necesidad de rebelión desbordada contra su propia realidad y la de muchas mujeres, que acá excede el relato victoriano.
Oldroyd convierte el “romance de época” en un thriller dramático donde Florence Pugh (“Marcella”) se lleva todos los laureles con esa mezcla de inocencia, sensualidad y manipulaciones. Los tiranos están bien remarcados, con Fairbank a la cabeza, por eso no podemos evitar pararnos en la vereda de la “víctima” que quiere dejar de serlo para convertirse en victimario. O no tan así, ya que podríamos decir que sus acciones son sólo consecuencia de sus deseos inmediatos y un tanto primigenios, que se van saliendo de control cada vez que las cosas no salen como lo planeado.
“Lady Macbeth” es una gran historia, inquietante, reflejo de una época pasada y de una lucha que, todavía, se perpetúa en el presente. Su trasfondo va más allá del drama que plantea, y nos obliga a reflexionar sobre cada una de las decisiones de la protagonista, aunque moralmente no podamos apañarla. No es un documental, no está basada en hechos reales, pero Oldroyd y Birch saben cómo pavimentar el terrero para que salgamos del cine y comencemos (o continuemos) el debate.
LO MEJOR:
- Queremos ver más seguido a Florence Pugh.
- La austeridad y el impacto con el que filma Oldroyd.
- Temas que hay que seguir explorando.
LO PEOR:
- Ese ritmo no es para cualquiera.
- ¿Por qué la ignoraron los Oscar?