Estrenada en las salas argentinas con una pequeña demora, Lady Macbeth es la cinta debut del cineasta británico William Oldroyd, filmada en 2016, y basada en la novela corta del escritor ruso Nikolai Leskov. La misma ya cuenta con una versión anterior magistral, realizada en la vieja Yugoslavia y dirigida por el maestro polaco Andrzej Wajda en 1961, llamada Lady Macbeth en Siberia, con Olivera Markovic en el rol principal.
Para establecer diferencias, Oldroyd traslada la historia de Lady Macbeth a la Inglaterra de 1865, y nos cuenta la instancia por la que pasa la joven Katherine (Florence Pugh), quien es obligada a casarse con un hombre que poco tiene que ver con ella, y que es mucho mayor en cuanto a edad. Se percibe una marcada crítica al sistema patriarcal, concepto que tanto se repite en nuestros días. Ella es esclava en algún sentido del sistema, de la forma de vida que otros eligieron por ella, y le toca esperar, mientras tolera las ocurrencias y aventuras de su marido, que se demuestra más interesado en otros asuntos. No tardará mucho en desviar su atención en Sebastian (Cosmo Jarvis), un joven que trabaja en la finca de su esposo, y que tras un enfrentamiento inicial, termina encendiendo un fuego que Katherine tenía reprimido en su interior. Conllevar una relación amorosa con un empleado a escondidas, mientras su esposo está ausente, será motivo suficiente para generar una serie de conflictos que la joven Katherine parece dispuesta a resolver de la manera que sea, dejando en claro que posee un carácter fuerte, y que no se asusta a la hora de asumir uno o varios riesgos.
Lady Macbeth se nos presenta en un comienzo como un drama de época, dotado de todos los elementos característicos de dicho género, con una ambientación y puesta de escena a la altura, y una fotografía atractiva. No obstante, el realizador británico coquetea con otros géneros, logrando entremezclar pequeñas dosis humorísticas, y conforme avance la película, y la trama vaya variando su perspectiva inicial, se va impregnando de dosis más vinculadas al cine de suspenso, logrando articular certeramente las variaciones genéricas. La actuación de Florence Pugh es más que acertada, y logra darle las matices pertinentes al personaje, cargándolo de una sentida doble personalidad, más pasional por un lado, mientras que en otros momentos muta a una tonalidad más fría y especuladora. Como suele pasar con muchas producciones de actualidad, se percibe algún que otro exceso en el desenlace, pero por suerte, no llega a manchar una cinta netamente recomendable. También es un punto a favor la capacidad de resumen, pudiendo Oldroyrd realizar en poco menos de media hora de película una obra redonda, que logra dejar una huella y un mensaje en el imaginario del espectador.