Lady Macbeth: Ama de casa desesperada.
Una interesante visión de la Inglaterra rural del siglo XIX, y el papel de una mujer que se niega a aceptar su rol relegado en un matrimonio arreglado que la tiene angustiada.
La película británica resulta ser el primer largometraje de William Oldroyd, el cual adapta una novela corta escrita por Nikolai Leskov. Un drama poderoso que se apoya principalmente en su protagonista y en un cuidado uso de la composición y el encuadre para reflejar la interioridad de los personajes.
El film tiene lugar en Inglaterra durante el año 1865 y cuenta la historia de Katherine (Florence Pugh) una mujer que es “vendida” y forzada a casarse con un hombre amargado que además de doblarla en edad, la ningunea y la trata con frialdad y descaro. Su marido decide emprender un viaje y durante su ausencia ella comenzará un apasionado affaire con un joven trabajador de la finca en la que residen. Allí emprenderá una especie de levantamiento gradual y silencioso que irá cobrando fuerza a medida que avance el relato.
A diferencia de lo que se puede llegar a pensar por el título, la película no representa una adaptación de la tragedia shakesperiana pero sí tiene varios puntos en común con ella. Katherine tiene la determinación y la osadía de no conformarse con el destrato por parte del mundo masculino y decide alzarse y hacerle frente. Al igual que Lady Macbeth, ella irá controlando los hilos de las situaciones y será quien posea verdaderamente el poder o la ventaja. Es una forma de indagar sobre las actitudes modernas hacia la opresión, los prejuicios y la moralidad, por medio de un melodrama victoriano de corte clásico. Una especie de contraste muy atractivo y moderno.
En lo que respecta a lo narrativo, resultan interesantes los mecanismos de suspense que utiliza el realizador para ir viendo cómo la película se va convirtiendo lentamente en un thriller. La tensión que rodea a la trama y cómo la protagonista va girando y transformándose de víctima en victimario es algo totalmente captado de forma armónica y sólida. Oldroyd corrió el riesgo de que la cinta caiga en el absurdo, pero sale airoso gracias a esas atmósferas fuertemente alcanzadas. Por otro lado, todo el esfuerzo hubiese sido en vano si no se hubiera contado con el gran elenco que tuvo a su disposición el director británico, en el que se destaca Florence Pugh, que se presenta y anuncia como una joven promesa para tener en cuenta. Una actriz sumamente expresiva, que logra el justo tono del relato, sabiendo qué matices darle a la interpretación y demostrando una extrema sensibilidad para manejar los silencios y los diálogos.
Como bien adelantamos, la fotografía de Ari Wegner (The Girlfriend Experience) es una parte esencial para describirnos a nivel estético la psicología de los personajes, dando justo en la tecla de los climas gélidos, turbios e intrigantes que maneja la cinta. La simetría y la rigidez se ven alteradas por un cambio en la actitud del personaje principal que va demostrando una inestabilidad emocional y un oscuro camino hacia el empoderamiento que resulta ser poco común en un relato de esta índole.
Lady Macbeth es un film sumamente interesante, que cuenta con grandes valores estéticos, narrativos e interpretativos. Una sorpresa dentro de la cartelera, que atrapará a aquellos espectadores que busquen un relato poderoso a nivel visual e interpretativo. Un largometraje que dejará meditando por su audacia, por la falta de compunción de esta mujer empoderada que hará lo necesario para alcanzar su objetivo sin importar quién se cruce en su camino y sin medir las consecuencias. Un relato osado para espectadores osados.