Corresponde aclararlo: no se trata de la ambiciosa mujer que imaginó Shakespeare, sino de otra, más bien empacada y rencorosa, que imaginó Nikolai Leskov en "Lady Macbeth del distrito Mtsensk", allá por 1865. Pero ambas tienen algo en común, algo terrible: ellas desprecian "la leche de la humana benevolencia". Luego, hay diferencias. Difiere un poco la patología, y el grado de conciencia de sus crímenes. Y también difiere mucho la clase de marido que les tocó en suerte.
La de Leskov es, al comienzo, la pobre víctima inocente de un mal matrimonio, sufriendo para colmo a un suegro odioso. Hasta que encuentra un amante, saca las uñas y empieza a ser victimaria. No diremos si le va bien, pero sí que es todo un personaje, que inspiró la famosa ópera de Shostakovich y Preis, en 1934; una tremenda película del maestro Wajda, "Lady Macbeth en Siberia" con guión de la serbia Sveta Lukic, 1962; otra de Roman Balayan, 1989, y ahora ésta de William Oldroyd, director de ópera y cortometrajista que así debuta en el largo. Buen debut, porque muestra precisión, estilo, y maneja el drama de un modo seco, elegante, tomándose su tiempo para asestarle luego al espectador dos o tres de esas sorpresas que revuelven las tripas. Lo ayudan muy bien Ari Wegner, director de fotografía; Florence Pugh, jovencita que sabe representar muy bien a una hermosa y tenebrosa psicópata, y Alice Birch, guionista que, solo alterando dos caracteres y el final, hace al personaje más actual y más terrible. Quién sabe qué le dirán las neofeministas.