“Lady Macbeth” trata sobre una bella joven, infeliz en un matrimonio arreglado, que sufre diversas humillaciones por parte de su desdichado esposo y su violento suegro. Su relación no se basa en el afecto, sino en una especie de mandato-obediencia, donde el poder y la sumisión rigen. Un drama de época ambientado en el siglo XIX en la Inglaterra rural, donde Katherine Lester se embarca en un apasionado amorío con un trabajador de su finca.
Es la ópera prima del director William Oldroyd, un productor teatral devenido a la pantalla grande. El film se basa en la novela “Lady Macbeth de Mtsensk” publicada por Nikolai Leskov en 1865.
Es una interesante historia porque el título hace referencia al clásico de William Shakespeare, pero en este caso hay un giro a su trama tradicional. Recordemos que Lady Macbeth es un personaje que le incita a su esposo que cometa un homicidio para convertirse en reina de Escocia, pero luego la culpa la invade por su responsabilidad en el crimen.
En su dirección, Oldroyd consigue mostrar hasta dónde llega la corrupción de los personajes y sus límites con respecto a conseguir lo que quieren. Es una gran película de silencios, ya que en este caso dicen más que los diálogos. Esto hace que la tensión y el drama vayan aumentando paulatinamente, confluyendo en un correcto clímax. También tiene momentos sutiles de comedia, cargados de una feroz ironía.
Un tema aparte es la preciosa interpretación que hace la joven Florence Pugh del personaje principal. Por esta performance consiguió el premio FIPRESCI en el Festival de San Sebastián de 2016. Su actuación soporta el peso de la cinta en momentos donde la trama no lo consigue.
La fotografía es sobria y elegante, quizás uno de los puntos más fuertes de “Lady Macbeth”. Junto con un gran trabajo de iluminación, diseño de interiores y vestuario. Hay varias secuencias que por medio de estos aspectos técnicos, proyectan a una Katherine totalmente distinta a otros encuadres anteriores.
En resumen, Oldroyd junto con su figura principal logran conformar una película sencilla y corta pero poderosa, que consigue tocar temas con cierta profundidad como la opresión, la lujuria, los privilegios sociales y los prejuicios raciales. Buen debut en la pantalla grande para el cineasta británico.