En este siglo, vimos muchas películas que trataron sobre el atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas pero “The Report” busca centrarse en cómo este hecho histórico cambió abruptamente la manera de manejarse de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Un relato constituido de mucha sobrecarga de información (y desinformación) llevaron a que mucha gente vea necesaria esta postura. Adam Driver, que está en un gran año, no puede ser parte de este encubrimiento y sus ideales están por delante. A Daniel Jones (Adam Driver), miembro del personal del Senado, se le asigna la ardua tarea de dirigir una investigación sobre el Programa de Detención e Interrogación de la CIA. Después de analizar una amplia evidencia, se entera de las “técnicas de interrogación mejoradas”, que han demostrado ser brutales, inmorales e ineficaces, que la CIA adoptó después del 11 de septiembre. Sin embargo, cuando Jones y el Comité de Inteligencia del Senado intentan divulgar los resultados de su investigación, la CIA y la Casa Blanca hacen todo lo posible para evitar que la verdad salga a la luz. Este thriller está escrito, dirigido y producido por Scott Z. Burns, frecuente guionista-colaborador de Steven Soderbergh: “The Laundromat” (2019), “Side Effects” (2013), “Contagion” (2011) y “The Informant!” (2009). Esto se nota en el guión actual, urgente y dinámico del film que se basa en hechos reales. La película tiene fuertes escenas, difíciles de ver, de torturas y demás pero que con una discreta dirección logra no caer en el morbo. El tono correcto se mantiene en toda la película también por el sostén de las grandes actuaciones que la conforman: Adam Driver está sublime, Annette Bening como la Senadora Dianne Feinstein y el siempre encantador Jon Hamm. “The Report” es una película que nos muestra una historia que necesitamos saber, tal vez le falta profundidad y haya algún hueco en el guión por su carácter fuertemente expositivo y con tintes periodísticos.
La codicia, la oscuridad del humano y los límites de la moralidad siempre tuvo lugar en las producciones audiovisuales, casi siempre mostrando el fracaso del sueño americano. Pero pocas veces se vio esta temática en el contexto político picante de Uruguay y Argentina, en las décadas del ’60 y ’70. El cine sirve como herramienta de retrospección política y social, como método de aprendizaje y como memoria. Humberto Brause es un hombre que se lanza furiosamente a la compra y venta de moneda apoyado por su suegro, un veterano en el negocio de la fuga de capitales. Su único objetivo es la acumulación de plata, un cambista sin escrúpulos, que se enreda con gente peligrosa y poderosa que lo llevan a situaciones límites. Protagonizada por el genial Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Benjamín Vicuña y Luis Machín. El uruguayo Hendler sobresale dentro del elenco, con unos dientes postizos que por momentos lo hacen irreconocible. Se encuentra en un registro pocas veces visto: oscuro, con una toxicidad masculina que repele y unas emociones muy complejas. El reparto sigue con una esposa fría, calculadora y poderosa, interpretada por la talentosa Dolores Fonzi. Benjamín Vicuña está correcto y Machín se destaca en su pequeña participación. La película está a cargo del uruguayo Federico Veiroj, que ya dirigió cuatro películas: “Acné”, “La vida útil”, “El apóstata” y “Belmonte”. En esta ocasión, con un guión exquisito adaptado de la novela del mismo nombre de Juan Gruber. Vale la pena aclarar que “Así habló el cambista” será la apuesta de Uruguay para obtener una nominación a los Premios Oscars 2020 y por el nivel tiene posibilidades de quedar en la terna de la Academia. La película tiene cosas de Scorsese, en especial de “Goodfellas” o “The Wolf of Wall Street”, donde los extremos de la moralidad se ven borrados para dar paso a una ferocidad por la plata, ya visto muchas veces. También están muy bien representados los negocios turbios de las dictaduras latinoamericanas de la década del ’70 con los capitales financieros. Dentro de este marco político, toca también temas como: mirar para otro lado frente a la injusticia, la masculinidad tóxica y la responsabilidad de nuestras decisiones. Gran thriller dramático con momentos de una tensión disfrutable. Actuaciones magistrales como la de Daniel Hendler, un soundtrack que atrapa (Mozart y Bach) y una cinematografía pocas veces vistas en el cine rioplatense.
El fútbol despierta pasiones y odios. Muchas personas creen tener una conexión especial con su equipo. Sergio Garces (Diego Peretti) cree que su destino está atado a la suerte de la Selección Argentina de fútbol. En pleno Mundial de Fútbol de 2014 en Brasil (donde Argentina fue subcampeón), “Francés” trabaja de extra en muchas películas pero su sueño es ser actor. En su pasado, grabó un disco de covers del famoso cantante francés Serge Gainsbourg, de ahí su apodo. S.G. tiene una semana de mala racha, debe lidiar con sus fracasos, un romance que no espera -ni quiere- y un crimen inesperado. La película coproducida por Argentina, Estados Unidos y Líbano busca ser más de lo que es: intenta mezclar comedia, humor absurdo, policial negro y costumbrismo local. Es una apuesta valiosa pero que se queda en la mitad. Las actuaciones la elevan por sobre la media, con un Peretti en llamas: desatado y profundo. La sorpresa la da la estadounidense Julianne Nicholson con una interpretación cálida y sentida. El dúo protagónico desborda la química que no tienen los personajes secundarios. La película está escrita y dirigida por la libanesa Rania Attieh y el estadounidense Daniel García, que tienen la difícil tarea de retratar un ambiente local en la pantalla siendo extranjeros, y lo logran con creces. Tiene un par de recursos técnicos de lujo, un soundtrack disfrutable y varias ideas para destacar, pero no logra redondear un desenlace satisfactorio y concluyente con todo lo que plantea en el desarrollo. La comedia y Diego Peretti siguen más unidos que nunca y hay que aprovecharlo porque está en un nivel único. La valentía de sumarse a proyectos independientes con poca prensa, le retribuye papeles oscuros donde se puede lucir. Sergio Garces se ve a sí mismo como alguien canchero, atractivo y talentoso. Y la película trata de mostrarnos un estereotipo argentino en decadencia. No lo hace mal, pero uno se va con sabor a que podría haber sido mejor explorado. Igualmente ver a Diego Peretti bailando por San Telmo es algo digno de ver.
¿Era necesaria? No. ¿Tiene algo nuevo para contar y es híper disfrutable? Sí. Muchas eran las dudas acerca del retorno de la franquicia de animación más exitosa de Pixar. La tercera entrega había sido un cierre hermoso, desde lo discursivo hasta los arcos narrativos tanto de los humanos como de los juguetes. Pero, por otro lado, es imposible resistirse a ver una vez más en pantalla a Woody, Buzz y los demás encantadores personajes. 24 años separan a “Toy Story” (1995) de “Toy Story 4″(2019). La ternura, la picardía, la diversión y la emoción siguen intactas. Esta fábrica de sueños, como es Pixar, nos devuelve estas sensaciones y le suma un enfoque más actualizado y aggiornado a la coyuntura: no es casualidad la existencia de Forky (el nuevo juguete en la habitación de Bonnie). No viene de fábrica como los demás personajes, no es tradicionalmente estético, no tiene las mismas conductas que sus compañeros y tampoco tiene un propósito claro. Pixar abre el espectro de público al que le quiere llegar y no duda en plantearlo en sus películas con personajes con ciertas características que en muchas sociedades estarían excluidos. “Toy Story 4” es una gran secuela. Logra superarse técnicamente, cosa que parecía difícil luego de “Coco”. La paleta de colores es deslumbrante y los efectos visuales preciosos. Estos conforman un espectáculo visual que, por momentos, pasamos por alto solo por la calidad argumentativa de la película. Como decíamos, los nuevos personajes le aportan una cuota de inventiva y curiosidad a la película. Por un lado tenemos a Forky (Tony Hale) y también vuelve al reparto Bo Peep (Annie Potts). Pero las sorpresas están en la inclusión de Keanu Reeves como el motociclista Duke Caboom, Christina Hendricks (Gabby Gabby) y, Jordan Peele y Keegan-Michael Key, como Bunny y Ducky. Todas incorporaciones que suman mucho. El director Josh Cooley, en su ópera prima, nos regala una gran aventura animada donde nos reímos y lloramos. Pero la principal virtud del film está en su guión. Cada idea germinada se cosecha positivamente. Cada pieza encaja y cada plot twist está basado en decisiones lógicas y coherentes con lo construido por Pixar estos 24 años. Parece que este es el final definitivo para Andrew Stanton y John Lasseter, tras repensar cómo culminó la anterior entrega. Por lo menos, hasta que estos personajes tengan que evolucionar tal como lo hacemos nosotros. Ahí volverán Woody y Buzz para que aprendamos juntos, aunque sea aprender a soltar. El estreno más esperado del año, para muchos, no defrauda. Sabemos lo que vamos a ver y nos dan un poco más de lo esperado. No queda otra opción que seguir confiando en Pixar y en sus eternas secuelas.
El cine es lenguaje. Este ejercicio y sus usos, desencadena en una lengua que fluctúa con el tiempo tal como modificamos el habla. En algún momento de la historia, alguien se tomó el tiempo de tratar de recopilar todas las palabras del idioma y asentarlo en un escrito. De esto va “The Professor and The Madman”, un drama biográfico sobre la primera creación del Diccionario de Inglés de Oxford. Una cinta que trata de mostrar, además del arduo trabajo que supone esta recolección de palabras, un retrato de como la genialidad y la locura se combinan para darnos amor, amistad y perdón. Uno de los datos curiosos, es que también la producción del film puede ser caótica. Tras varios intentos de que la película salga a la luz, terminó siendo dirigida por Farhad Safinia , que debido a problemas legales debió aparecer su crédito como P.B. Shemran. Un periplo tal como pasaron James Murray y William Chester Minor. Murray (Mel Gibson) fue el hombre que comenzó a recopilar palabras a mediados del siglo XIX; y contaría para este proceso con la ayuda del asesino convicto William Chester Minor (Sean Penn), que ingresó más de 10.000 palabras al diccionario mientras estaba interno en un hospital para enfermos mentales. Estos dos monstruos de la actuación elevan este drama histórico, con su talento y sus voluptuosas barbas. En especial Sean Penn, que con su performance lo vemos volver a sus mejores momentos. En la parte técnica, vemos un gran uso del sonido y la fotografía que hacen que una película de época tenga un ritmo más dinámico. Es larga y se puede decir que tiene 20 minutos de sobra, pero cada vez que salen en pantalla los dos protagonistas es un disfrute. Hubiera estado bien ampliar el conflicto del maltrato psiquiátrico que sucedía en las residencias mentales. No es una joya cinematográfica, pero sí una película necesaria, ya que es una parte de la literatura y la historia moderna que no se conoce. Para los interesados en la lingüística, las redenciones y el buen cine. Un mundo en donde cada palabra tiene detrás amor y poesía. Como diría Neruda, nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras.
Este año promete mucho para el Universo Compartido de Marvel: la primera entrega de “Capitana Marvel”, “Avengers: Endgame” y “Spider-Man: Far From Home”. Esta era la primera y un verdadero enigma, ya que presentaba a un personaje nuevo, planeta nuevo con su respectiva cultura y, además, en otra línea temporal que el presente de los Avengers. A esto se le sumó un contexto confuso en las semanas previas al estreno mundial de “Captain Marvel”: críticas falsas para derrumbar el hype, polémicos comentarios sobre las poses de Brie Larson en posters y un fuerte activismo feminista por parte de la protagonista. Brie no solo pelea como Carol Danvers en el planeta Hala sino también por la igualdad de derechos en las funciones de prensa o sets de filmaciones. Y, tal como dice su personaje, ella no le tiene que demostrar nada a nadie. O sí: solo a los fans verdaderos. Y cumple con creces. Carol Danvers es el corazón de la película y el futuro del Universo Marvel. Brie Larson nos da un personaje con capas, confundido pero con una fuerza de voluntad arrolladora. Tiene carisma y mucho potencial para cambiar el panorama de las mujeres en el mundo de los superhéroes. Todas las películas de Marvel siguen cierta fórmula con personajes secundarios fuertes, con muchos gags divertidos y con gran peso emocional. Acá recae en unos rejuvenecidos Samuel J. Jackson (Nick Fury) y Clark Gregg (Agent Coulson), literalmente rejuvenecidos por CGI. La simpatía del protagonista de “Pulp Fiction” desborda la pantalla (en su mejor película en el rol) con su inesperada relación con Goose (se devora toda la película), el gato que se los unirá en sus aventuras. Ben Mendelsohn y Jude Law completan un reparto de lujo. La historia sigue a Carol Danvers en convertirse en uno de los héroes más poderosos de la Tierra y el Universo, mientras pelea en una guerra intergaláctica entre dos razas aliens. Ubicada en los ’90s (lleno de referencias muy graciosas), es un pantallazo bueno al personaje para dejarnos las bases para el conflicto final con Thanos en “Avengers: Endgame”. Se sabía que para dirigir la primera película de Marvel protagonizada por una mujer, la prestigiosa empresa comiquera quería una mujer tras las cámaras pero la elección de Anna Boden junto con Ryan Fleck fue una total sorpresa. Ya habían dirigido dos películas chicas (“Mississippi Grind” y “It’s Kind of a Funny Story”) en donde el resultado era muy positivo, aunque el peso de llevar un presupuesto tal alto era toda un presión. Hay que decir que hacen un gran trabajo, sentando las bases de un personaje complejo del Universo. Tiene todo lo que pretendes encontrar y, tal vez, eso sea negativo. Cuando se vuelven predecibles estas cintas pierden fuerza aunque la Capitana Marvel tiene mucho camino que recorrer y tiene todo para tomar el mando de Marvel. Gran soundtrack (incluye Nirvana y No Doubt), un Blockbuster, dos escenas post-créditos muy buenas y un homenaje a Stan Lee muy agradable.
Una película floja, por momentos bizarra, y con múltiples fallas de guión. Parece sacada de otra época, tal vez de los ’90 donde los zoom, en cámara lenta, mientras rota sobre un personaje eran novedad. De no ser porque cuenta con dos superestrellas en su cast, se encaminaba al olvido. Cuando uno analiza los intérpretes, el plot, el director y la ambientación, entiende que tiene potencial y una premisa interesante. Pero el problema es cómo es llevada a cabo. Sus plot twist suenan apurados, apretados y con agujeros que confunden, más que dejarnos con intriga. No es una mala actuación de Matthew McConaughey, ni cerca de sus mejores. Se sumerge en un personaje con problemas de alcoholismo, depresión y una obsesión insana con la pesca de un atún en especial. Sus días consisten en estar en ultramar y tratar de no perder la paciencia antes que la cabeza. Pero un día llega Anne Hathaway teñida de un rubio intenso para ofrecerle una oportunidad difícil de rechazar. Los secundarios aportan pero no alcanza para elevarla: Jason Clarke (un buen papel como el villano), Diane Lane, Djimon Hounsou y Jeremy Strong. McConaughey y Hathaway hacen una dupla muy interesante, pero su relación no termina de explorarse ni potenciarse. Es difícil entender lo que nos quiso contar el director con “Obsesión”, cambia de género con pasmosidad y tiene una media hora final que destruye todo lo que construyó previamente. Es una propuesta rebelde que puede funcionar si los elementos en su conjunto se consolidan. La más destacable es la fotografía, logra mostrarnos esta isla de manera bellísima y nos enfoca inmersivamente en el clima ideal para este thriller. En definitiva, no es una película mala. Pero se regodea de sus ideas y no en cómo llevarlas a cabo. Tiene buenas actuaciones pero con una dirección de Steven Knight floja. Su frenético final, tal vez, un día la lleve al culto de películas locas y bizarras.
Una de las películas que más expectativas creó en el año. Por ser una remake de una obra maestra del género del terror italiano. Por ser dirigida por Luca Guadagnino, un realizador exitoso y prometedor pero no especialista en este tipo de cintas. Por las actuaciones de Tilda Swinton y Dakota Johnson. Y por la música compuesta por el cantante de Radiohead Thom Yorke. En 1977, Susie Bannion (Dakota Johnson) se muda de Ohio a Berlín para unirse a la Academia de Danza Markos, con la esperanza de impresionar a la aclamada coreógrafa Madame Blanc (Swinton). Ahí, en la residencia de estudiantes, las bailarinas están preocupadas por la pérdida de su colega Patricia (Chloë Grace Moretz), quien le confiesa a su psicoterapeuta, Josef Klemperer (también Swinton), sus temores sobre la organización, declarando que está dirigida por un grupo de brujas. Buscando investigar las afirmaciones de brujería, Josef hace descubrimientos críticos sobre las mujeres que están al frente de la academia, mientras que Susie se enfoca en obtener el papel protagónico de la puesta en escena que prepara Blanc. Por un lado, es destacable lo que hace el director italiano, Luca Guadagnino, en querer desprenderse de la obra de 1977 e impregnar de su propia cosmovisión la película. Cuando se hacen remakes, el miedo y el respeto a la original muchas veces llega a productos sin alma y cobardes. Sin embargo, hay que decir, que Luca le agrega subtramas socio-históricas, que no terminan de importar y desvían la atención. Esto genera también que la duración sea excesiva. Le sacó la música progresiva, la atmósfera hechizante y los rojos fuertes de la fotografía. Tal vez, en busca de realismo y otro tipo de golpe de efecto (como su estruendoso final). El punto más alto del film es el cast. Tilda Swinton da una cátedra de cómo abordar un papel y hacerlo propio: interpreta 3 roles y es increíble como no le valió una nominación a los Oscars. También hay que destacar a Dakota Johnson. Una actriz con una reputación polémica tras varias películas de poca calidad. En esta producción, deslumbra con sus facciones, sus emociones y sus impresionantes bailes. Una actuación que le dará un giro a su carrera. Y el punto bajo sería el guión. Un libreto con agujeros, lento y con un ritmo cadente. No arruina la experiencia pero es lo más flojo por mucho. Por el lado de la música, Thom Yorke emociona y te eleva a las nubes. Las canciones son bastante angustiantes y surrealistas, encajan perfecto. Una serie de composiciones etéreas e hipnóticas que acompañan a las imágenes deslumbrantes y escalofriantes de manera ideal. Las coreografías perturban y te electrifica la piel. Uno de los film más complejos, densos y viscerales del año. Luca Guadagnino con una película imperfecta nos da un banquete visual y sonoro, con unas imágenes que retendremos en nuestras cabezas mucho tiempo.
Una biopic eléctrica, potente y – tal vez demasiado- respetuosa del legado de Freddie Mercury. No es la mejor película del año, ni la mejor biografía musical, pero es entretenimiento y cine puro. Si sos fan: te emociona y te mueve. Y sino también. Una de las películas más esperadas del año, no defrauda. Es visualmente hermosa, tiene un gran ritmo y es divertida. Si no te contagias un poquito de toda la vibra, algo anda mal adentro tuyo. Antes que llegara Rami Malek a interpretar al ícono de la música, Sacha Baron Cohen era la principal opción para el papel. Pero tras largas negociaciones, el actor de “Borat” dejó el proyecto debido a diferencias creativas con Brian May y Roger Taylor. Nos queda solo imaginarnos cómo sería esa actuación. La realidad es que el protagonista de la serie “Mr. Robot” da vida maravillosamente a Freddie: lo llena de amor, dedicación y un desgaste físico muy grande. Se nota lo obsesivo de su trabajo en cada detalle y expresión en pantalla. Impecable actuación, que tranquilamente puede valerle una nominación en los Oscars. El inglés Gwilym Lee fue elegido para hacer de Brian May, mientras que al neoyorquino Joseph Mazzello (de niño trabajó en “Jurassic Park”) le tocó el bajista, John Deacon. En el papel del baterista Roger Taylor está Ben Hardy. Los tres más Malek conforman una gran dinámica de banda compinche, con marcadas diferencias pero con un objetivo claro: hacer lo que más amaban, buena música. Como toda biopic de una banda de rock controversial, el proceso de producción es como mínimo escabroso. Brian May (guitarrista de Queen) y Roger Taylor (baterista de Queen), productores exclusivos, pusieron en marcha el film hace 10 años. Pero por problemas de presupuesto, diferencias creativas, un director problemático (Singer) y no poder encontrar el momento indicado para realizarla, no prosperó enseguida. La espera valió la pena: generaron un producto que lleva a la banda a un nivel estelar y pone a Freddie en el Olimpo de la música. Está claro que es un biografía híper autorizada y esto genera que aborde temas profundos desde cierta superficialidad. Tal vez, ser políticamente correcta puede hacerla fallar a la hora de crear personajes más complejos, con más aristas. No se concentra en el polémico consumo de drogas de Freddie, su falta de involucramiento en la lucha contra el SIDA, las fiestas escandalosas y los problemas viscerales de la banda. El cantante, nacido en Tanzania, no es solamente una de las voces más impresionantes del rock and roll, sino que también un ícono LGBT y una figura -por lo menos- polémica. Pero este lado furioso de Freddie está tocado muy por arriba, tal vez para no manchar la grandeza del personaje. Ya que lo que cruza toda la biopic es la relación de Queen, y en especial de Mercury, con el público. Una relación simbiótica de amor y admiración. Es liviana, pero el producto final es tan emocionante que en el balance final prevalece la energía desbordante que genera la banda. El 13 de julio de 1985, en el estadio Wembley en Londres, se vivió uno de las mejores actuaciones en vivo jamás vista. Queen hizo honor a su prestigio y reinó el Live Aid, que recaudó 100 millones de dólares para ayudar a la crisis humanitaria en África. Estos 20 minutos de presentación son el climax de la película de Bryan Singer: le da fuerza, potencia y pone el legado de la banda británica allá bien arriba. En los créditos y en los afiches aparece como director Bryan Singer, aunque la historia no es tan sencilla. El director de “X-Men” fue despedido en diciembre por conflictos con la estrella, Rami Malek. En la últimas semanas de rodaje, Dexter Fletcher asumió el cargo, pero por un tema de cantidad de escenas filmadas, el reconocimiento técnico se lo lleva Singer. Hay que admitir que, pese a ser problemático, Singer dirige con una naturalidad admirable. Las performance en vivo se sienten reales. Aprovecha de maravilla uno de los mejores soundtrack posibles. Pero utilizados en post de generar climas, tensiones y la génesis de cada uno de ellos. Las coreografías y la dirección de actores están muy bien también. Parece que estamos viendo un video clip continuado y esto suma mucho. Varias secuencias memorables: como la composición de Bohemian Rhapsody, el Live Aid y los chistes internos de la banda. Anthony McCarten, el autor del guión de “La Teoría Del Todo” ha escrito un libreto profundamente bien documentado que recoge los hitos clave para la banda Queen. Cae un poco en la convencionalidad de las biografías y en ciertos lugares comunes, pero la producción y la grandeza de los protagonistas lo salvan. En resumen, la película es una celebración constante de la música y la vida. Te hace mover la pierna todo el tiempo y salís con una sonrisa desbordante. Y es imposible no pasar los próximos días de tu vida, volviendo a escuchar todos los hits de Queen. Los últimos 20 minutos son para verlos de pie. Es indispensable verla en cine.
La historia argentina tiene momentos muy oscuros. Momentos que fueron muchas veces retratados en la cultura popular, ya sea en un libro, obra de teatro, cine o programas de televisión. El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), o tal vez conocida como dictadura militar, fue llegar a lo más profundo del pozo negro. Pero los años previos también fueron oscuros y tensos. Aunque poco retratados. El escritor y director Benjamín Naishtat busca mostrar con su tercera película el preludio del horror. Una sociedad que callaba y era cómplice de lo que vendría. Un film dramático que muestra esta época tensa y poco vista en cine. En septiembre de 1975, un hombre extraño llega a una tranquila ciudad de provincia. En un restaurante, y sin motivos aparentes, comienza a agredir a Claudio, un reconocido abogado. La comunidad apoya al abogado y el extraño es expulsado del lugar. Más tarde, Claudio y su mujer, Susana, son interceptados por el hombre extraño, quien está determinado a cobrarse venganza. En el horizonte solo hay un camino sin retorno, de muerte, secretos, intrigas de poder y silencios. Naishtat, con una gran muñeca para dirigir y crear climas opresivos, retrata la violencia cotidiana en una ciudad del interior del país en los ’70. Época particular donde ya estaban en marcha los mecanismos de funcionamiento del aparato represor y los gérmenes del Golpe de Estado. Pero el film no se concentra en los vaivenes políticos, sino en el rol de la gente en todo este meollo. El director argentino transmite una atmósfera en donde puede pasar cualquier cosa y las personas muestran un grado de complicidad y una doble moral. Una mirada que elige no saber, aun sabiendo. Un guión preciso pero sin una bajada de línea enchastrosa. Con su brillante pluma, Naishtat nos ilustra con metáforas e imágenes todo lo que quiere decir. Pero para que una película tenga un gran reconocimiento mundial, como lo está teniendo, tiene que tener un reparto acorde y a la altura. Aquí brilla el maravilloso tridente: Darío Grandinetti, Andrea Frigerio y Alfredo Castro (inquietante actuación). Además, otro mérito del director es generar un producto que tenga vida afuera del país. Con un drama progresivo engancha a los que no están familiarizados con el tema e igual quedan compenetrados. Esto se vio en los premios que recibió en el Festival de San Sebastián: Mejor Dirección, Mejor Actor (Darío Grandinetti) y Mejor Fotografía. Toda la producción hacen una gran trabajo de ambientación, desde el vestuario hasta el maquillaje. Y el sonido llevado a cabo por guitarras distorsionadas generadoras de angustia. En una escena al pasar, el personaje de Frigerio, en medio de una reunión con amigos, se la ve tomando agua en una taza. Luego reconoce, que está obligada por el contexto a realizar lo que otros hacen. Esto sintetiza la obra de Naishtat y el aire que se respiraba en esa turbulenta época. Perturbadora, elegante y feroz. Mezcla de melodrama y thriller. Y por momentos provoca terror con aquello que está por venir, pero que nunca vemos en pantalla. Una de las mejores producciones argentinas del año.