Muchos recordarán Pan y tulipanes, que allá por 2001 tuvo un gran éxito en la Argentina y el mundo. Su director, Silvio Soldini, es todo un especialista en comedia romántica y en la exploración de relaciones de pareja. Ahora el veterano cineasta vuelve sobre su temática favorita, pero a este amor con barreras le agrega un riesgoso ingrediente: la discapacidad de uno de los protagonistas.
L’amore con te -genérico y astuto rebautismo local, en italiano, del más complejo Il colore nascosto delle cose- cuenta una historia clásica: un mujeriego empedernido se replantea su vida de engaños cuando encuentra a una mujer que le toca el corazón. En este caso, esa mujer es ciega.
He aquí la comprobación del dicho aquel del camino al infierno empedrado de buenas intenciones: en su biempensante intento por desterrar los prejuicios sobre la ceguera y “humanizar” a los no videntes, Soldini cae en una condescendencia y un maniqueísmo capaces de arruinar cualquier película.
Porque además de ciega, Emma (Valeria Golino) es bella. Y dulce. Y sensible. Y solidaria. Y abnegada. En fin: su único defecto es que no puede ver. Y ni siquiera, porque según ella misma dice, esa imposibilidad la habría dotado de una mayor profundidad espiritual: “Ustedes están más ligados a la apariencia; nosotros tenemos que ir más allá”.
Es decir, esta cuasi perfección se extendería a todos los ciegos. De hecho, Emma tiene una amiga con la visión disminuida que es simpatiquísima (y el mejor personaje de la película). El egoísmo, la superficialidad, la hipocresía, quedan reservados para quienes carecen de dificultades oftalmológicas. Pero quizá lo peor del asunto sea que la ceguera de Emma es lo único que distingue a esta historia de otras ya contadas cientos de veces.