Otro cuento de hadas
Si tenés más de 50 y te echan del laburo, anotate en un buen curso de oratoria. Eso propone esta película producida, dirigida, coescrita (junto con Nia Vardalos, la de Mi gran casamiento griego) y protagonizada por Tom Hanks. La segunda que dirige, luego de ¡Eso que tú haces! ¿Puede alguien dudar de que el bueno de Tom (que para algo es estrella de Hollywood, y encima produce y dirige la película) va a empezar el curso con poca labia y la autoestima machucada y va a terminar aplaudido por sus compañeros y levantándose a...? Bueno, mantengamos cierta incógnita, aunque la comedia romántica debe ser el género con menos suspenso en la historia de la humanidad: en nueve y medio de cada diez casos, basta juntar al protagonista masculino con la estrella femenina (Julia Roberts, en este caso) para saber cómo termina todo.
¿Se le puede reprochar a Larry Crowne semejante solución al problema del downsizing? No: no es una de Ken Loach, sino una comedia romántica. Un cuento de hadas, por lo tanto. No sólo eso. Tiene además el suficiente tino (o tal vez se trate de irresolución) como para que el protagonista no salga del curso con la salida laboral asegurada, dejando así ligeramente desanudado el último moño del paquete. El problema de Larry Crowne no pasa por su escasa predisposición al realismo, sino por su crudeza. Crudeza no en el sentido de ir sin miramientos al hueso del asunto, sino en uno mucho menos metafórico: esta película está cruda, le falta cocción. Lo cual es toda una paradoja, teniendo en cuenta que el personaje de Hanks se pasó veinte años trabajando como cocinero en la marina. Y bueno, que se joda por enrolarse en la marina.
Hasta los buenos chistes suenan poco convincentes en Larry Crowne. Suenan escritos. Lo mismo sucede con las escenas, los personajes, los diálogos: todo parece más un ensayo, en el que los actores se juntaron para “pasar letra”, antes que una película adecuadamente cocinada, macerada y servida. Todo tiende a la falsedad, a lo escasamente creíble. Algunas cosas, más que otras. El grupo de bikers que inopinadamente invita al cincuentón square a sumarse a sus filas parece salido de Al maestro con cariño. La compañerita de estudios de Larry, improbable suma de motoquera, estudiante de economía y ángel guardián, la chica que en aquella película trataba al maestro con cariño. El profesor japonés de economía, que hace chistes de los que ningún alumno se ríe, parece un involuntario comentario autoirónico y autoconsciente. Y así.
El único personaje “armado” como tal es el de Julia Roberts, a diferencia de los amacchietados secundarios y hasta el de propio Hanks, que de a ratos parece un secundario en su propio película. La Roberts es aquí una connaisseur de Shakespeare, obligada a dar clases de oratoria, para sobrevivir, en un college privado que funciona como una empresa (lo más impresionante de la película, sin duda). Encima, la chica (que ya no es tan chica) carga con un marido horrible, motivo por el cual luce precozmente avinagrada, ahogando las penas en toda clase de mezcladitos. ¿Un personaje raro para la chica de la sonrisa olímpica? Sí, puede ser. Pero como puede suponerse, ya le va a dar el guión razones para desplegar la sonrisa a pleno, confirmando que en el rubro fotogenia, la mujer bonita sigue sacándoles varios cuerpos a todas esas chirusas que andan queriendo arrebatarle la corona.