Una particular road movie que apela más a la cámara que a la acción
La película arranca en un aserradero ubicado en Paraguay: un árbol gigante cae bajo los efectos implacables de una motosierra. Luego, vemos que desde allí sale un viejo Scania cargado de troncos rumbo a la frontera con la Argentina.
Al volante aparece Rubén (notable trabajo de ese gran actor hasta ahora no del todo reconocido que es Germán de Silva), un curtido camionero con 30 años de experiencia al que su jefe le hace un extraño encargo: llevar a Jacinta (la convincente actriz no profesional Hebe Duarte), una mujer paraguaya (y madre soltera de una beba de cinco meses) hasta Buenos Aires, donde ella planea quedarse con unos familiares y buscar trabajo.
Lo que sigue es una road movie de 1500 kilómetros narrada en su mayor parte desde la cabina del camión; es decir, una historia de cámara sin los grandes "eventos" y peripecias que suelen surgir en las películas de camino.
En primera instancia, todo es silencio y resquemor. Giorgelli trabaja la incomodidad de ambos con pequeños gestos y miradas (al principio, como a los personajes, a la película le cuesta un poco arrancar y generar la complicidad del espectador). El, un típico solitario, es huraño e individualista, pero -poco a poco- con un trabajo bastante sutil por parte del director, ambos seres empezarán a tener alguna que otra actitud noble y se irán abriendo hacia el otro.
No conviene adelantar nada más de la trama. Sólo que Giorgelli hace gala de una gran sensibilidad y de una convicción para la puesta en escena, para los climas intimistas y para la dirección de actores, que son infrecuentes en un director debutante (aunque en su caso tiene larga experiencia en la industria cinematográfica local).
Las A cacias es un largometraje riguroso, noble y entrañable a la vez, una historia narrada con pudor, pero de una profunda ternura hacia sus protagonistas. Es una película chiquita en esencia, pero que demandó un enorme esfuerzo de producción (filmar desde, hacia y dentro de un camión, cortar rutas, trabajar con una no actriz y con una beba, etc.). Para destacar también los trabajos -llenos de matices- del fotógrafo Diego Poleri y del sonidista Martín Litmanovich.
Giorgelli llega, recién a los 44 años, a su ópera prima. La recompensa -merecida- ha sido una catarata de premios en festivales de primer nivel, como los de Cannes, San Sebastián y Londres. Como dice el dicho, tanto para sus personajes como para él, "nunca es tarde?".