Una historia con mayúsculas
La ópera prima de Pablo Giorgelli, Las acacias (2011), ganadora de la Cámara de Oro en el último Festival de Cannes y premiada en San Sebastián, Londres, Biarritz y Bratislava, entre otros, presenta en su comienzo un conflicto menor que va progresando a medida que los minutos transcurren, para convertir una historia mínima en una lección del más puro cine.
El leit motiv de Las acacias es un viaje, por lo que su estructura es de una road movie. Pero ese viaje es mucho más profundo que lo implica trasladarse de un sitio hacia otro. Rubén es un camionero argentino que debe trasladar madera de Paraguay hacia Argentina. Su jefe le pide que a la vuelta lleve a una mujer. Rubén es hosco, casi reacio a cualquier relación con otro ser humano. Tal vez no producto de su naturaleza pero sí del acostumbramiento provocado por la soledad. Jacinta, la mujer que debe traer a su regreso, es una migrante que viene a Argentina en busca de un trabajo y a reencontrarse con parte de su familia. Pero Jacinta no viene sola, para sorpresa de Rubén traerá a su hija. Anahí es una beba de apenas meses que pese al rechazo inicial de Rubén será determinante en el futuro de ambos y, claro está, de la historia propiamente dicha.
Las acacias es un film de riesgo. Sólo tres personajes, uno apenas un bebé, encerrados en la cabina de camión durante casi 80 minutos. Dicho así puede sonar a ese tipo de cine en el que la historia está ausente, un film minimalista, contemplativo, en donde una cámara retrata de manera fotográfica la nada misma. Pero Las acacias no es eso sino todo lo contrario. Pablo Giorgelli, junto a su coguionista Salvador Roselli, cuenta una historia. Una historia sobre dos personas desconocidas entre sí que irán creando lazos y modificando, gracias a la casualidad o causalidad, un destino que parecía inmodificable. Si al comienzo ambos personajes parecieran no inmutarse ante el encuentro y hasta generar cierta incomodidad la sola presencia del otro, esto será esencial a medida que la trama avance, utilizándolo para generar climas y crear suspenso.
Al ser una película de personajes las actuaciones son relevantes en el desarrollo del conflicto. Tres personajes expuestos en toda su vulnerabilidad. Tanto Germán de Silva como Hebe Duarte logran desde la naturalidad lo que muchas veces el cine necesita: frescura. Más allá de los parlamentos será en los silencios donde sus personajes alcancen el clímax. Miradas, movimientos, un simple pestañear serán mucho más significativos que cualquier palabra. Un hallazgo es sin duda el de Nayra Calle Mamani, la beba que merece sin dudarlo el premio a la revelación del año.
Hacía tiempo que el cine argentino no nos sorprendía tan gratamente, y mucho menos con una ópera prima. Las acacias se convirtió en el film argentino más premiado del año y ahora se entiende el porqué. Nunca el cine contó con tan poco una historia tan grande. Sin duda la película del año que se va (y del que vendrá). Excelente!!!