Las harpías
En Las amigas (2013), un grupo de harpías acecha las plataformas de tren de Buenos Aires, atrayendo víctimas a su escondite para poder canibalizarlas. La película no posee mucha más narratividad que su propia premisa, así que sólo queda admirar el resto del mediometraje por sus méritos pictóricos y la sutil gramática audiovisual con la que se cuenta.
Filmada íntegramente en 8mm y presentada en su mayoría en blanco y negro (con el ocasional virado al rojo sangre), la cinta retrata la vida de las epónimas amigas, cuatro mujeres de narices ganchudas y facciones carnales que son identificadas como harpías en la única línea de diálogo de toda la película, que explica que como inmortales se han aburrido y buscan colmar su sed de carne, de sangre y de deseo insaciable.
Por lo demás, la película es silente, y de hecho busca emular al cine silente de antaño con un montaje desprolijo, saltos de eje e intensos primeros planos en los que las harpías lucen toda su voracidad, interpelando al espectador como solían hacerlo las vampiresas del cine mudo estilo Musidora o Theda Bara. Por otra parte, su decrepitud es palpable (la película comienza con imágenes de grietas y rasgaduras) y las composiciones grupales recuerdan a los esperpentos de Goya, complotados en alguna pintura negra.
Las actrices designadas son una decisión de casting perfecta. Más que actuarla, canalizan la bestialidad de sus personajes, ayudadas por planos detalle de bocas y lenguas y sombras que se extienden en las paredes cual Nosferatu.
La película será “muda” pero la banda sonora recibe un cuidado igual de delicado: relamidas, gemidos, risitas, mordidas y demás sonidos guturales y viscosos dan relieve a las bacanales de las amigas/harpías. La ausencia de diálogo, o para el caso del sonido directo, resalta la importancia de estos sonidos incidentales como un instrumento más para pintar el friso de la película en tan poco tiempo y tan efectivamente.
De vampiros se ha dicho mucho en el cine estos últimos tiempos, y este experimento del orfebre de cortometrajes Paulo Pécora cava su propio nicho dentro del género. Parte de una idea interesante, la cuenta con originalidad y graba uno o dos instantes de genialidad, todo en un plazo de tiempo en el que muchos otros cortometrajes han ido y venido sin dejar nada en particular.