Este documental sobre la confitería del Molino sorprende desde el vamos: su director, el chileno Daniel Espinoza García, lo narra en primera persona porque él mismo fue un habitante del edificio del que es parte el histórico local gastronómico. Esa es la gran revelación de la película: contra lo que muchos porteños creemos, la esquina de Rivadavia y Callao, en apariencia clausurada desde 1997, está habitada. Espinoza García no sólo repasa, con imágenes de archivo, el pasado esplendoroso de la confitería, sino que también retrata -y ahí está el gran acierto de su película- a los inquilinos y ocupas del lugar, en su mayoría estudiantes latinoamericanos que no consiguen garantías para alquilar legalmente. Y muestra el deplorable estado del edificio por dentro.
En el camino se encuentra con todo tipo de personajes, como la señora que tiene un departamento impecable en medio de la decrepitud, o los vecinos que reclaman la reapertura de la confitería con bizarras performances callejeras.
Las aspas del Molino también cuenta con ricas entrevistas a diversos especialistas (un filósofo, un historiador, un legislador) que dan cuenta del valor simbólico de la confitería, y repasan la situación legal de ese Monumento Histórico Nacional abandonado, esa metáfora edilicia de Buenos Aires que sigue a la espera de que se concrete de una buena vez el tan meneado proyecto de expropiación.